En los 50, las primeras pandillas de cholos y pachucos se paseaban en coches con rines cromados, llantas bajas y suspensión hidráulica. Cuando los niños comenzaron a imitar el estilo de aquellos carros para modificar sus bicicletas, nació un extraño híbrido, las lowrider bikes.

Desde hace cuatro años, los miembros de Únicos Lowrider Bike Club se dedican a ensamblar y modificar bicicletas de este tipo. Fundado por Buda y Chuy, dos cholos que fueron deportados de Los Ángeles, el club ha hecho de estos extraños vehículos un acontecimiento en los paseos ciclistas de la ciudad y en eventos de customización y de cultura retro.

Sus manubrios altos, los pedales a ras del suelo, volantes de cadena, escapes cromados, espejos retrovisores grabados en metal, las llantas de refacción en las salpicaderas traseras, las aerografías diminutas en las horquillas; verlos por las calles es ser testigo de una exageración pop.

Las bicicletas lowrider no son sólo un monumento al estilo, sino un símbolo de unión cultural y una manera de exaltar la creatividad individual. Han servido para separar la identidad chicana del estereotipo del pandillero: tanto en México como en Estados Uni- dos, el requisito para pertenecer a un club es no haber tenido (o tener) problemas con la ley.

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