Luis Fernando García Hernández se enteró ayer (5 de abril) que estaba muerto. Así lo aseguraba una nota del periódico El Universal. «Estas son las víctimas del BMW blanco», leyó en su celular. La nota hablaba sobre el accidente en Reforma, la madrugada del 31 de marzo: un BMW, a toda velocidad, se estampó contra un poste de luz; excepto el conductor, murieron todos los pasajeros.

Fue allí, entre las cuatro víctimas, que Luis Fernando leyó su nombre completo y una breve semblanza de su vida. Por supuesto, no recordaba nada de aquello: ni siquiera conocía a las personas con las que supuestamente había muerto. Le comenzaron a llegar mensajes de sus amigos, preocupados. García, quien entiende bien la forma en que funcionan las redes sociales, se apresuró a desmentir públicamente la información y aclarar el asunto. En unas horas, su cuenta de Twitter (@tumbolian) ganó 500 seguidores.

Después del desconcierto, Luis Fernando no pudo evitar sentirse incómodo por el contenido de su obituario. No sólo era el error del diario, sino que su vida entera tuviera tan poco encanto para los medios de comunicación: “promovía el uso de las redes sociales y de las aplicaciones”, “activista con tendencia de izquierda”. Así resumía el periódico su vida entera. Ni una mención a su carrera en derecho en la Universidad Iberoamericana o a su labor de defensa de los derechos humanos.

—Fue decepcionante —se lamenta en entrevista para Chilango—. Creo que se podría escribir algo más interesante sobre mi vida.

Al final, lo único verdadero del texto publicado es que forma parte de R3D: Red en Defensa de los Derechos Digitales, una organización civil —no una empresa, como aseguró el diario— que, entre otras cosas, fue la principal responsable de obligar al Centro de Investigación y Seguridad Nacional (CISEN) a informar sobre el número de personas y dispositivos tecnológicos que habían sido intervenidos ilegalmente en 2014. El periódico, además, lo vinculaba con el PRD, «un partido moribundo, del cual nunca me ha interesado formar parte», opina.

¿De dónde salió la información que desdibuja su persona? En la nota, el diario se refería a algunos “allegados” suyos. Después de ofrecerle una disculpa vía Twitter, el periódico aseguró, no obstante, que la información se había verificado. Luis Fernando no descarta una intención política. No sería raro, sobre todo —sugiere— en un país donde los defensores de derechos humanos son continuamente amedrentados.

En la dinámica inmediata de las redes sociales no es raro que, cualquier día, se difundan rumores falsos sobre la muerte de las celebridades. Pero que un periódico de circulación nacional difunda —en su versión impresa y digital— la noticia de tu muerte, provoca una sensación extraña.

Luis Fernando recordó a Alfred Nobel quien, ocho años antes de su muerte, pudo leer un obituario publicado por error en un periódico de Cannes: «El hombre que creó un modo de matar gente más rápido, murió ayer». Desde entonces, el científico decidió esforzarse para ser recordado de mejor manera y gastó su fortuna en crear los Premios Nobel. Ahí, cuenta Luis Fernando, puede estar la moraleja de este episodio.

—Voy a procurar que mi obituario real sea más interesante—, concluye.