Los chilangos nos acostumbramos a cualquier calamidad creyendo que es algo normal en la vida, como los temblores, el tráfico, las manifestaciones, el Metrobús, el ruido, las erupciones volcánicas… y viajar diario a Santa Fe.

Aunque en sus orígenes (por allá de finales de los 80) fue pensada como un polo de desarrollo con miras al siglo 21, lo cierto es que hoy esa zona se ha convertido en una de las más caóticas de esta ciudad y de muchas otras del mundo.

Sin vida peatonal, sin opciones para bolsillos limitados, sin vialidades dignas para la cantidad de personas que llegan todos los días y sin el transporte público necesario, Santa Fe cada día acoge a más gente que debe trasladarse a esos lares a pesar de todos sus inconvenientes.

Lo mejor es que todo esto parece no importarle a muchos que hacen su vida en Santa Fe y sus desventajas las toman como algo normal porque, total, hacer más de dos horas de camino en microbús, tener que agarrar el coche para ir a comer o que la vida colapse con una lluvia es normal en esta ciudad.

Sin embargo, vale la pena analizar algunas de las situaciones que vive este otrora basurero de la ciudad, y que en algún momento (dicen) llegó a tener más conexiones a internet que Houston, para entender sus dificultades y tratar de pensar en algunas posibles propuestas.

1. El transporte público

A comparación de otros grandes centros financieros y de negocios similares en el mundo, a Santa Fe no se puede llegar en transportes como tren o Metro, mucho menos en Metrobús.

La mayoría del transporte público para llegar a este punto es malo, lento, insuficiente y hasta peligroso; así, un microbús hace unas dos horas de camino (si bien te va) desde Insurgentes, irá lento, se parará a subir pasaje en cada esquina, tendrá la música a todo volumen y le dará cerrones a quien cometa la osadía de cruzarse en su camino mientras tú viajas de la manera más incómoda posible.

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Otra opción para llegar a Santa Fe es tomar un “¡taxi colectivo!”… sí, dos definiciones que se deberían contraponer, aquí se juntan en una sola, y consiste en meter en un Tsuru (como el del Peje) a, mínimo, cinco personas (siempre caben más) y cobrarles, dependiendo de la hora y la ruta, una tarifa fija o lo que marque el taxímetro… ¡a cada pasajero! Así que ahí ya no aplica aquella elegante frase del conductor de microbús que responde “si no te gusta, pues vete en taxi”.

No todo es tan malo, hay algunos intentos para mejorar el transporte a Santa Fe, como el Ecobús, que es un camión de RTP con paradas establecidas y que hasta aire acondicionado tienen; es la manera más cómoda de llegar en transporte público, pero en horas pico van llenos, y si llueve o hay cualquier obstáculo en la ruta, puede pasar mucho tiempo antes de que logres subirte en uno.

2. Las vías de acceso

Quién sabe si alguien se haya dado cuenta, pero técnicamente, sólo hay tres accesos importantes a Santa Fe.

Uno es la autopista México-Toluca, en ella convergen varias avenidas, como Palmas, Reforma y la espantosa Constituyentes; aunque se han construido puentes y otras linduras, ese punto sigue siendo un verdadero embudo y requiere mucha habilidad y valentía para incorporarse o atinarle al carril que te corresponde.

Otra son los Puentes de los Poetas, a donde llegan las avenidas Tamaulipas y Centenario, Calzada Las Águilas y la Supervía, así que forman otro embudo y también tiene peligrosos cambios de carril.

La otra es Vasco de Quiroga, que viene desde lo que llaman “el pueblo de Santa Fe” y que está llena de microbuses que paran en donde al chofer le parece correcto, semáforos, topes, baches y hasta tianguis.

Así que la llegada y salida a Santa Fe requiere ser paciente, valiente y con mucho tiempo libre para poder gastarlo en el tráfico.

3. La comida

Comer en Santa Fe es más bien caro. No hay muchas opciones más allá de restaurantes de cadena, de comida rápida, gourmet y de lujo, además de una pequeña oferta ambulante; ¡las fondas no existen!, por lo que se suele terminar en el lugar que quede más cerca o en el comedor del corporativo en el que se trabaje (ya sea comprando ahí un menú o llevando comida de casa) o agarrando el coche para comer en otra zona afuera de la de los corporativos.

Los tacos de canasta tienen gran popularidad en Santa Fe, y aunque suelen ser más caros que en otras zonas de la ciudad (hasta un peso más que en, por ejemplo, Coyoacán), son una de las mejores opciones para quienes no tienen problema con comer de pie junto a la bicicleta de la que cuelga el gran tarro que antes llevó mayonesa, pero ahora contiene una deliciosa salsa verde, de esa que te deja un sabor a cebolla durante el resto de la tarde.

Santa Fe es uno de los primeros lugares del DF en los que se popularizaron los food trucks, pero los mejores suelen estar llenos y el servicio es algo lento. ¿La comida a domicilio?, ¡es muy tardada en las horas pico!

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Y por si fuera poco, al final de la hora de la comida, las cafeterías tienen largas filas… bueno, hasta los Oxxo están llenos de godínez que buscan una opción más económica de postres y capuchinos.

Los que de plano ya están acostumbrados y hasta orgullosos de trabajar en Santa Fe, regresan los fines de semana para llevar a sus familias a los lugares en los que comen de lunes a viernes con sus compañeros de trabajo. Raro, pero cierto.

4. Los antros

Trabajar en Santa Fe implica gastar la mayor parte de la vida en ese lugar o tratando de llegar a él, por lo que muchos también deciden pasar los momentos ocio por ahí.

Los antros de Santa Fe son realmente “multigeneracionales”, porque en ellos conviven los jóvenes de mezclilla y hasta mochila (como los estudiantes del Tec o de la Ibero) con los godínez de pantalón de casimir y corbata.

Así, una chavita veinteañera debe aprender a soportar las miradas coquetas de un cuarentón y el cuarentón debe aprender a tolerar los relajitos y la música de los veinteañeros.

Como todo en Santa Fe, los antros son caros y con poca variedad, además de que hay días en los que están prácticamente muertos.

5. Las lluvias

En general, toda la ciudad colapsa cuando llueve muy fuerte, pero en Santa Fe el efecto suele multiplicarse.

Aquí, las inundaciones y encharcamientos son tamaño jumbo, y siempre se han localizado en los mismos lugares; así que las autoridades ya no tienen que arreglarlo porque los automovilistas ya saben cómo sortearlos.

Un caso similar es el de los hoyos y baches, que crecen ¡y hasta caminan!, porque de un día para otro parece que aparecen unos metros adelante de donde los habías visto primero; sin embargo, son parte del paisaje de quienes pasan diario por ahí. Es más, puedes saber que alguien es “fuereño” si cayó en un hoyo porque no conocía el procedimiento para sortearlo.

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A pesar de que hay modernos corporativos, la infraestructura es tan mala que los deslaves son algo común cada año; pero no hay problema, porque simplemente proceden a tapar los hoyos y levantar un gran edificio en ese lugar.

6. Los corporativos

En sus orígenes, la actual zona de Santa Fe fue concebida como una especie de “ciudad de la tecnología y del conocimiento”, donde prácticamente se desarrollaría el futuro del mundo, por eso primero llegaron instituciones como IBM o la Universidad Iberoamericana; sin embargo, con el tiempo ese concepto se perdió.

Hoy, existen corporativos de lo que sea, siempre y cuando les alcance para rentar o comprar un edificio o algunos pisos; y para muchos godínez chilangos no hay peor noticia que un día lleguen sus jefes y le digan “en un mes nos mudamos de nuestra sede de la Roma a las nuevas oficinas de Santa Fe”.

Cada vez son más las empresas que instalan sus corporativos aquí y no se ve para cuándo se detenga esa tendencia; sin embargo, ha habido algunos contadísimos casos en los que pasa lo contrario y prefieren regresar a algún punto mejor comunicado en el DF.

Quizá las universidades son lo que le dan un toque más fresco a Santa Fe, a pesar de que los campus de las dos más importantes (la Ibero y el Tec) están diseñados para que sus alumnos tengan todos los servicios dentro de sus instalaciones, así que los estudiantes suelen perderse entre los miles de oficinistas.

7. Los centros comerciales

Quizá son los favoritos de muchos, pero lo peor que está pasando en Santa Fe en los tiempos más recientes es la creación de nuevos centros comerciales.

Hace años, estaba pensado que en Santa Fe habría un centro comercial para dar servicio a todos los corporativos y vecinos (algo muy similar a otros desarrollos de antaño, como Ciudad Satélite); sin embargo, hace un par de años, éste empezó a quedarle chico a la zona y se construyeron otros nuevos.

Así, actualmente hay varios centros comerciales con nuevos restaurantes, las mismas cafeterías, más salas de cine y tiendas exclusivas para quienes desean gastarse la quincena en un lujito. La mayoría de las tiendas importantes están llenas y hay tantas que, en muchos de los casos, se pierde el concepto de “exclusividad”, pero eso parece no importarle a muchos de sus clientes.

Hace varios años, en temporadas altas, como diciembre, el Centro Comercial Santa Fe era una buena opción para evitar los tumultos de otros lugares, pero hoy incluso se presentan aquí aglomeraciones más incómodas que las de lugares como el Centro Histórico.

Estos son sólo algunos puntos para detestar Santa Fe, hay peores, pero lo mejor es que cada quién enumere las ventajas y desventajas de ir todos los días a esta zona tan importante de la Ciudad de México.

¿Hay alguien que ame a Santa Fe?