En el Metro de la Ciudad de México conviven diariamente más de 8 millones de personas que equivale, más o menos, a que toda la gente del estado de Jalisco se metiera en el subsuelo chilango.

Uno debería subirse, hacerse a un ladito, acercarse a la puerta cuando te vas a bajar y listo ¡pero no! nuestro Metro está lleno de personajes folclóricos, algunos de ellos inofensivos (como las chicas que siempre se van a asomar a la cabina del conductor para hacerle ojitos) y otros son tan agresivos que es imposible no odiarlos, como los bocineros que te ponen la cumbia a todo volumen.

Pero uno debería ser buen viajero: dejando a un lado a los vendedores, a los que se suben con su montón de vidrios a echar maromas, a los sordomudos que te avientan un paquete de dulces, al señor que pide dinero para su hijo que se está muriendo en el hospital (desde hace 15 años ese chamaco está en cama) o a los músicos norteños, hicimos una lista de los 7 pasajeros que todos odiamos.

Esperamos que tú nunca te conviertas en uno de ellos.

1. ¡Tubooo, tuboooo!

Ignoramos por qué cuando es hora pico en el Metro hay gente que se abraza del tubo de una manera tan sensual que parece que está practicando para el table. Mientras todos los demás tratan de agarrarse a veinte uñas para no caerse, estas personas lo envuelven con su brazo, se pegan a él con la panza y no dejan que los demás lo tomen. Lo único que queda es meter la mano entre su anatomía y el metal ¡y todavía se ofenden si los tocas!

2. El dormilón

Los asientos reservados son para mujeres embarazadas, personas con capacidades diferentes o dulces ancianitas. No son para que un señor panzón se siente a disfrutar el viaje ¡Pero ojo! su técnica es sentarse, hacerse el dormido y abrir un poco el ojo para checar si no se ha pasado de estación. Casualmente este personaje se despierta justo cuando se va a bajar, y le vale que a su alrededor vayan señoras haciendo malabares con su bebé y pañalera ¡alguien piense en los niños!

3. ¡A comeeeer!

¿Te dio hambre a la hora de viajar? Muy bien: un dulce, una fruta o hasta un pequeño sándwich es aceptado. Pero una gordita de chicharrón en bolsa, esquites con pata de pollo, queso y mayonesa, torta cubana o pollo rostizado es un exceso. Todos hemos pasado el mal rato de ir con un tragón profesional que abre su tóper en medio del vagón, inundando todo con el olor de un arroz con huevo cocido. Sí, tal vez no te dio tiempo de comer y aprovechas el viaje para llenar la panza, pero eso no justifica que armes el picnic adentro del vagón.

4. Cualquier lugar es bueno

Es la hora pico, tratas de meterte al vagón y cerca de la puerta se vislumbra un lugar sin gente. Te acercas y ¡sorpresa! hay chavos sentados en el suelo mientras todos a su alrededor se apretujan para entrar; para ellos, los demás pasajeros no existen, sacan su libro o se ponen a ver películas en su teléfono. Nunca falta el que les da pataditas discretas para que se levanten, pero a ellos les vale: prefieren viajar viendo cómo un mundo de pompas se mueve a su alrededor. No lo hagan, por favor.

5. Mochileros

Viajar con un mochilón en el Metro es cosa que todos los estudiantes hemos pasado (o los que van a alguna estación de autobuses). La regla es quitarte la mochila, subirte y tratar de acomodarla cerca de ti. Lo que no se debe hacer es dejártela puesta y usarla como arma defensiva, soltando golpes a diestra y siniestra como si se tratara del caparazón de una tortuga ninja. Tampoco se vale meterte de reversa para que tu mochila vaya abriendo espacio, ni que tuviera vida propia.

6. El portero

Como un cancerbero del vagón, hay gente que no se quita de la puerta para nada: la regla de “antes de entrar deje salir” no aplica para ellos. Además es un clásico que cada vez que llegan a una estación asoman la cabeza -ignoro si es para tomar aire o para ver lo que pasa en el andén- y algunos hasta le ponen el pie a la puerta para que no cierre. Los más decentes se hacen a un ladito para dejar salir (o por lo menos meten la panza) pero los peores aguantan los embates de la turba a empujones. Nuestra teoría es que se sienten espartanos y les causa placer no dejar subir a los demás.

7. Por un pasaje, faje y agasaje

Condenamos a los que usan el Metro para darle arrimón a las damitas, los que se pegan junto a las mujeres que van sentadas y a los que meten mano. También a los acosadores y a los que aprovechan la hora pico para embarrarse a los demás ¡No sean lujuriosos!

¿Te ha tocado viajar junto a ellos?