Por Oswaldo Betancourt L.

Hay películas que no deberían tener secuelas y probablemente ésta es una de ellas. Es interesante que salga 20 años después de la primera película, y su llegada puede pasar desapercibida porque no se trata del regreso más esperado.

Jim Carrey y Jeff Daniels han crecido profesionalmente, por eso sorprende un poco esta regresión. Es innegable que se trata de dos personajes fuertes, descritos así porque son memorables pero no necesariamente por algo bueno, su personalidad es desesperante y es muy complejo entrarle a su humor, porque a pesar de ser tonto y en momentos caer en lo estúpido (no hay otra manera de decirlo), igual puede llegar a sacarte una que otra risilla (no te hagas).

No ha pasado mucho, literal, desde la película anterior: Lloyd ha estado internado y Harry lo ha cuidado todo este tiempo, pero todo fue una broma “épica” del primero. Pero su aventura consistirá en buscar a la hija del segundo, de la que no sabía nada y que fue adoptada por un genio (qué ironía – sarcasmo), para que le done un riñón.

A lo anterior se le suman un par de complicaciones a lo largo de las casi dos horas de duración, mucho más tiempo del que merece, sobre todo porque después de la primera mitad se cae bastante el ritmo y cansa por volverse repetitiva.

Veredicto: Ve (bajo tu propio riesgo) sólo si te gustó la otra película y estás dispuesto a pagar por verlos una vez más juntos.