Por Ira Franco @irairaira

La opera prima de los directores de videos musicales Daniel Kwan y Daniel Scheinert —mejor conocidos como el duo creativo The Daniels— es un hueso duro de roer para cualquier crítico cinematográfico que pretenda ser justo: Swiss Army Man es un animal inclasificable, entre la cinta más boba de chistes alrededor de gases intestinales que hayas visto en tu vida y una historia sorprendentemente inspiradora, creativa, repleta de detalles espectaculares y actuaciones memorables.

La cinta gira alrededor de la relación de amistad, locura y complicidad entre Hank (un Paul Dano en plena madurez como actor) y el cadáver de Manny (Daniel Radcliffe en un papel que le permite explotar la extraña rigidez de su cuerpo, usualmente su peor enemiga). Hank está sucio, triste y a punto de colgarse en una isla desierta cuando Manny aparece en la playa, pálido y sin pulso. Está a punto de dejarlo allí a descomponerse bajo el sol cuando descubre el poder de los pedos del muerto: con gases estomacales in crescendo Manny se irá reanimando de a poco hasta entablar un diálogo ingenuo con Hank, propio de los que acaban de nacer a la vida en lugar de los que acaban de morir.

La farsa explota en mil flatulencias antes de que Manny se convierta en el espejo emocional de Hank, quien vive de crudas emociones y total inseguridad sobre el funcionamiento del amor o la soledad. En ocasiones verdaderamente divertida, Swiss Army Man es ante todo un ensayo sobre la imaginación post adolescente del forever alone embebido en sus privadas y muy nimias desgracias.

Además de las grandes actuaciones y la buena química entre los actores, el interés principal de esta cinta es su capacidad para hacer de esta sociedad narcisista un símbolo enfermo, decadente, muy ad hoc a la época.

No es una cinta para todos (especialmente difícil para quienes no pueden con los chistes de erecciones y de pedos) pero es tan insólita que más vale no perdérsela.