Por Iván Ramírez @twilightmanmx

Creativamente, esta película podría ser el sueño húmedo de Guillermo del Toro hecho realidad. Tuvo presupuesto para hacer lo que más le gusta y agrandado: contar historias de monstruos.

Creativamente, esta película le permitióhacer críticas –por ejemplo, a los políticos obtusos que se empecinan en soluciones sin sentido y que se aferran a construir un muro–. Logró, también, desarrollar a los personajes al nivel necesario para comprender sus motivaciones –el deseo de venganza heroico de los protagonistas–. Consiguió, por otra parte, dejar detrás ese discurso paternalista de la ciencia ficción en el que la humanidad necesita de ser salvada por una raza alienígena más avanzada. Aquí, los humanos cancelaron el Apocalipsis.

Creativamente, esta película tiene muchas influencias –unas más obvias que otras–, como las películas del género Kaijú como los míticos Godzilla y Gamera; hasta series de animé Mazinger Z, o la más similar Neon Génesis Evangelion.

Como es ya típico, la tierra es amenazada por una pandilla de monstruos –conocidos como kaijú– que emergen del mar uno por uno. La humanidad, por primera vez, se unen para crear sus propios monstruos gigantes –llamados jaegers– para combatir a los invasores.

Los jaegers son pilotados por dos personas unidas a través de una conexión cerebral que les permite conocer hasta el más íntimo recuerdo en la cabeza de su compañero.

La estrategia funciona bien, pero al cabo de unos meses, e incluso años, los kaijú aparecen con mayor frecuencia y se dificulta combatirlos.

Los hermanos Yancy y Raleigh Becket (Charly Dunham) son los pilotos de Gipsy Danger, un jaeger análogo de los Estados Unidos de América. Ambos son un par de desadaptados, pero con una gran habilidad: son buenos para las trompadas.

A ellos les va bien, hasta que en una pelea un kaijú más avanzado logra derrotarlos. Yancy es sacado violentamente del robot gigante y muere, mientras su hermano Raleigh siente su dolor hasta que deja de existir. Para salvarse, Raleigh tiene que conducir la máquina gigante por sí solo; algo que era prácticamente imposible, pero que él logra.

Cinco años después Raleigh se dedica a vagar por el mundo alejado de los jaegers ya casi en extinción. Finalmente el gobierno decide cancelar el programa no sin antes lanzar un último ataque con los jaegers restantes, algunos son unas reliquias –como Gipsy Danger– y otros forman parte de la última general más avanzada.

Su plan consiste en lanzar una bomba a través del portal por el que llegan los monstruos a la tierra. Sin embargo, antes de siquiera poner el plan en marcha las cosas se complican por una oleada de ataques de kaijú.

En esta parte hace su apariciónMako (Rinko Kikuchi), una joven japonesa con un recuerdo de venganza oculto que la impulsa para convertirse en uno de los pilotos jaeger de Gipsy Danger, junto con Raleigh Becket.

Lo que podrás ver aquí son grandes secuencias de pelea –la más larga dura alrededor de 25 minutos– con efectos especiales impecables. Verlo es casi idéntico a ver dos edificios de 25 pisos dándose fregadazos de hierro macizo sobre carne alienígena.

Una historia que parece básica –la amenaza alienígena y los héroes que resuelven el problema no sin harto sufrimiento de por medio–, pero que profundiza en crear una atmósfera fantástica, con personajes creíbles, pero no clavados.

Al final la historia logra su cometido, que es entretener. Y en conjunto, la película podría lograr el anhelo de Guillermo del Toro: inscribir Titanes del Pacífico junto a la cariñosa lista de íconos kaijú como Godzilla.