Por Ira Franco

Si has visto la serie de TV, la película es un must: reconocerás el stop motion y el humor británico característico de los estudios Aardman, desde que los conocimos con aquellas excepcionales cortometrajes de Wallace & Gromit.

Esta vez, la aventura para Shaun y sus compañeras ovejas es en la gran ciudad y aunque parece un capítulo extendido, quizás con Shaun The Sheep esto no sea tan grave: vale la pena volver a ver a las ovejitas vestidas de personas para subirse a un camión, comer en un restaurante sin poder hablar y huyendo de los trompos de carne de oveja (kebabs) que inundan las ciudades británicas.

A diferencia de otras producciones como Pollitos en fuga (2000), ésta no es una cinta que contenga un comentario político o mordaz. No hay nada fuera de lo común, con excepción de aquella verdad que nos enseñaron los hermanos Marx: reír es el acto más subversivo que hay.