Por Verónica Sánchez Marín

La proliferación de películas de animación hace difícil separar el trigo de la paja. Y Sammy 2, El Gran Escape dirigida por Vincent Kesteloot y Ben Stassen se inclina por la segunda. Se trata de una secuela de Sammy en el pasaje secreto que, al igual que la primera, es una cinta animada que toca el tema de la conservación animal. En esta segunda parte Sammy ya es un adulto, incluso abuelo. La cinta tiene una historia inspiradora fácil de entender, pero no lo suficientemente emotiva como la de la película inicial.

Todo comienza con la celebración del nacimiento de los nietos de Sammy en compañía de su amigo Ray y sus respectivas esposas. Durante la fiesta las tortugas son atacadas por aves, pero logran escapar. Sin embargo los dos camaradas galápagos son capturados –junto a un par de nietos bebes que logran permanecer ocultos durante el trayecto– y llevados a un barco pesquero. Los prisioneros son vendidos y transportados a un lujoso acuario submarino en Dubai donde pasan a formar parte del entretenimiento visual de los visitantes del lugar. En adelante los amigos buscarán la manera de escapar, de poner a salvo a los pequeños y retornar a casa.

Las dos tortugas conviven mientras tanto con un gran número de especies de peces, incluyendo Big D, un caballito de mar que es el gángster del gran acuario, cuidado por dos anguilas que hablan con acento francés. La trama surge cuando Sammy y Ray planean el escape pero Big D se vuelve un obstáculo. Un tiburón martillo motiva al público a nunca darse por vencido (acaso la moraleja de esta película). Las tortugas primero deben esperar la llegada de sus dos nietos, pero no sin antes protagonizar una persecución tan emocionante –en estilo más suave– como cualquier final de las cuatro entregas de El Legado Bourne.

Y a pesar de esos chispazos a Sammy, El Gran Escape, le sigue faltando el espíritu de aventura que protagonizara en aquel entonces el joven Sammy, ahora demasiado serio y cansado, con chistes poco efectivos que provocan que la cinta se vuelva aburrida por momentos. Y es que aparte del caballito de mar, el único personaje interesante es una langosta con doble personalidad.

El trabajo de animación en 3D tampoco resulta una novedad para los espectadores. El ritmo lento de la historia puede provocar que los adultos comiencen a mirar con desesperación sus relojes y que los niños listos la consideren demasiado boba.

Esta es una cinta exclusivamente para público infantil, muy infantil… lo que no justifica su ínfima calidad visual y narrativa. De hecho Buscando a Nemo es el ejemplo de un excelente filme de animación capaz de dejar un mensaje de conservación del ecosistema más perdurable en el público tanto infantil como adulto.