Probablemente una de las mejores
películas
de los noventa, y más que eso: un postulado, un manual de instrucciones
para una masculinidad digna. "Deja de lloriquear y hazte hombrecito"
parece ser el mensaje directo de The Fight Club (Fincher, 1999)
que desde la novela (una delicia muy aparte de la película escrita
por Chuck Palahniuk, quien jamás ha vuelto a escribir algo tan
divertido)
revisa la necesidad de nuevos modelos de hombre. Nos identificamos con
el protagonista (Edward Norton) que quiere una casa perfecta, el modelo
de refrigerador más cool pero entendemos que su insomnio tiene base
en la profunda insatisfacción que nos provoca desear estupideces.
Estamos
a finales de los noventa, aquellos tiempos donde se hizo normal y hasta
deseable que el mundo exterior nos aburriera. Compras, compras, compras.
La película sigue a un Edward atrapado entre la corrección política
y las formas buenas de ser un ciudadano productivo…hasta que llega
el fantástico Tyler Durden (Brad Pitt en el mejor papel de su vida)
a reventar posibilidades (y caras). Tyler es todo eso que el
protagonista
no se atreve a ser, toda esa pasión por la vida que quisiéramos tener
nosotros pero que los pagos del refrigerador no nos lo permiten.
Tyler
pelea sólo por sentir el dolor real en el cuerpo, se viste con desgarbo,
consigue dinero de formas poco ortodoxas, se mea en la sopa de los
millonarios
y tiene sexo como un conejo sin pensar en lo demás. The Fight Club
también puede ser vista como un final político a esos ochenta que
nos vendieron la idea de los hermosos corredores de bolsa en Nueva York,
los hombres que empezaron a usar cremas para la cara, en un mundo (que
pertenecía a Reagan) donde trabajar y ser niño bien era sinónimo
de una vida llena de indulgencias -veáse 9 ½ weeks (Lyne 1986) y
American Psycho (Harron, 2000)-.

El mundo de Fight Club es uno
sin salida: sin mucha esperanza, (compres lo que compres siempre lo
vas a deber) lo que queda es pasársela bien. Esto incluye dejar de
lloriquear como una nena y ponerte en riesgo (metafórica y realmente)
-el tagline de la película lo ilustra muy bien: "¿Cuánto puedes
saber de ti mismo si nunca te has peleado a golpes?"-. Después
de irse a vivir juntos a una casona abandonada y formar un pequeño
ejército de seguidores para la semi-guerrilla urbana que se ocupará
de romper todo aquello que huela a lujo y capitalismo rampante, Tyler
tiene una de las conversaciones más importantes con el protagonista:
a este momento no saben cómo tratar a Marla (Helena Bonham Carter)
pues como todas las mujeres, ella quiere claridad. "Me pregunto si
en esta sociedad de niños criados por sus mamis, me pregunto si lo
que necesitamos es otra mujer." Además de su crítica al
capitalismo,
esta película indica el reconocimiento de una escisión en el mundo
sexual, uno donde los roles (edípicos) viven extrañados el uno del
otro.

Vale la pena resaltar también elementos
formales de esta película: el extraordinario soundtrack hecho por los
Dust Brothers con un beat que en ese tiempo sonaba rarísimo (sin
menospreciar
la última escena épica donde revienta Where is my mind de The Pixies,
un momento inolvidable que los puso en la mira del mainstream); en la
cinematografía se utilizó un contraste entre el hiperrealismo iluminado
de las partes donde salía Durden y los tonos de gris verdoso de la
supuesta "realidad" en la oficina y los aviones del protagonista.
Los tres actores principales están aquí en su mejor momento: nunca
más volverás a ver un Brad Pitt con el cuerpo de un dios griego, ni
a un Norton tan preclaro en sus interpretaciones o una Helena tan
depravada
y exquisita. Todos dejaron aquí su mejor momento. Así Fincher cuya
pasión Durderiana parece haberse aplacado y que ahora escoge temas
mucho menos salvajes como "El extraño caso de Bejamin Button" (blaaagh).

The Fight Club es espasmódica,
divertida,
rabiosa y, como Tyler Durden, exuda una especie de dolor por lo poco
que dura lo bueno
. Si la melancolía hace presa de ti fácilmente, lo
único que debes hacer es poner esta peli…seguro dejarás de lloriquear
de inmediato.

Citas memorables
(todas de Chuck Palahniuk, no hay que olvidar que
él es el autor)

-When
you wake up in a different place at a different time, can you wake up
as a different person?

-Loosing all hope is freedom

-I just don’t want to die without a
few scars.

-The gyms you go to are crowded with
guys trying to look like men, as if being a man means looking the way
a sculptor or an art director says.

-It’s only after you’ve lost
everything,
that you’re free to do anything.