El segundo largometraje internacional – y sexto en total – de Bong Joon-ho, Okja, es a simple vista su trabajo más accesible hasta ahora. La trama central tiene que ver con esta lectura inicial, dado que se enfoca en la encantadora relación entre una pequeña niña coreana y una bestia anormal, amenazada por la agenda de una gran corporación americana. Este tipo de relato fue popularizado por E.T., el extraterrestre (E.T. the Extra-Terrestrial), y si bien en Okja hay cierta influencia de Steven Spielberg – mientras que Bong cita como inspiración a Babe el puerquito va a la ciudad de George Miller -, la combinación de muchos otros elementos y el sello del director coreano la hacen realmente única.

Desde su debut fuera de Corea del Sur, El expreso del miedo (Snowpiercer), Bong Joon-ho optó por explorar el lado estrafalario de la británica Tilda Swinton, quien ahora vuelve a interpretar a uno de los personajes poderosos. Ella, de hecho, protagoniza la secuencia de créditos iniciales de Okja, la cual deja en claro que Bong no va a titubear en cuestión de lo desmesurado. A esta líder de una empresa que dice haber descubierto y reproducido naturalmente a un “súper cerdo” – buscando sacudir la industria alimentaria – se le une otro personaje verdaderamente extravagante: un zoólogo/estrella de televisión (Jake Gyllenhaal como nunca lo habíamos visto), quien fungirá como la imagen de un proyecto que podría ser solo la tapadera de algo turbio.

Bong Joon-ho es un maestro probado a la hora de mezclar diversos tonos, así que para contrastar la falsedad del mundo corporativo, pronto nos introduce a una familia amorosa conformada por un viejo granjero (Byun Hee-bong), su pequeña nieta (Ahn Seo-hyun) y Okja, una “súper cerda” que ha convivido con ellos en las montañas de Corea por 10 años. Lamentablemente, el amor real que la pequeña siente por la enorme bestia, y viceversa, no significa nada para aquellos que solo piensan en lucrar. Como ya apuntaba, la historia es bastante clásica en ese sentido, empero al tocar temas como la industria cárnica y el abuso animal nos lleva a otros lugares más oscuros.

Okja también tiene momentos que nos remiten al cine de monstruos gigantes, ya abordado anteriormente por el director en El huésped (The Host). Por momentos parece que, similar a lo que pasa en filmes de King Kong o Godzilla, la avaricia traerá graves consecuencias en contra de los propios humanos, pero lo curioso es que la cerda Okja en ningún momento se siente como una amenaza, ni cuando inevitablemente anda suelta por la ciudad (en una secuencia de acción redonda tanto en lo visual como en lo emotivo). King Kong también era inocente pero una vez enfurecido las cosas cambiaban; Okja, por su parte, se muestra asustada y es solo la pieza clave de una lucha entre radicales, cuando entra en acción un grupo de activistas defensores de los animales. Comandados por el personaje de Paul Dano, estos jóvenes pueden actuar tanto noble como egoístamente, aunado a que sus personalidades, tal y como las de sus enemigos capitalistas, rayan en lo extravagante y por ende hilarante.

Llevando el lazo de empatía puro entre seres de diferentes especies (la niña y Okja) a la crueldad del mundo real, Bong Joon-ho logra su filme más conmovedor. Hay acción, humor y color (i.e. Gyllenhaal usando shorts y calcetas a las rodillas), pero las secuencias definitorias se sienten cercanas a la brutalidad de La sangre de las bestias (Le sang des bêtes), ese corto documental que nos mostró la realidad de los mataderos. Así, Okja deja una sensación agridulce, propia del momento en el que abres los ojos en un mundo como el nuestro y sabes que nada volverá a ser igual.