Por Carlos Arias

Una nueva experiencia en cine de horror, al estilo “hiperrealista” actual, efectos especiales y toques de sangre y violencia. No falta la tecnología de video como mecanismo por el cual afloran los sucesos sobrenaturales y un crimen del pasado pendiente de resolución. Todo lo hemos visto. Esta vez se narra la historia de un espejo terrorífico, que produce eventos sobrenaturales, muertes, visiones de horror y desgracias varias.

Se trata de Oculus (2013), de Mike Flanagan, una película de terror que no decepciona para nada frente a lo que el género ofrece en la actualidad. Sin embargo, es claro que no se trata de una película que intente romper con lo moldes, sino ajustarse a ellos con eficacia. Esto último lo consigue ampliamente, y el espectáculo es capaz de provocar sobresaltos al más templado. Flanagan busca meter al espectador a un mundo de pesadilla, confundiendo poco a poco lo real, lo imaginado, los recuerdos y el presente.

La película mezcla dos historias paralelas que ocurren en tiempos diferentes: la primera muestra a una familia que llega a vivir a una casa donde instalan un espejo, en torno del cual empiezan a ocurrir sucesos sobrenaturales. El papá empieza a enloquecer a causa del espejo, que muestra personajes de terror y parece tener poder para provocar sucesos funestos. Mientras, los hijos Tim, de 10 años, y Keylie, de 13, empiezan a ser víctimas de violencia doméstica y de hechos sobrenaturales. La otra historia es la de los dos hijos de la familia, 11 años después.

Cuando Tim (Brenton Thwaites) tiene 21 años, es liberado de la prisión tras los sucesos trágicos que ocurrieron en la casa y que supuestamente lo condujeron a cometer un crimen. Al mismo tiempo, la hija Keylie (Karen Gillian), que ahora tiene 24 años, instala un sistema de monitores y trucos en torno del espejo con el fin de demostrar que en éste se encuentra una presencia maligna. Ambos, Tim y Keylie, intentan luchar contra el espejo y se enfrentarán al horror en la casa familiar y vivirán otra vez los sucesos que experimentaron en la infancia. La película repite casi todos los elementos que son comunes al horror actual: apagones de luz repentinos, sonidos de ultratumba, personajes con mucho maquillaje que saltan al primer plano para asustar a los que se sienten en las primeras butacas del cine.

Se agregan elementos como terrores infantiles, violencia intrafamiliar, una casa maldita, fantasmas y sangre que brota casi desde cualquier parte. El director Mike Flanagan es un especialista en terror y suspenso que ha desarrollado casi toda su carrera en televisión. Esta vez muestra que es un hábil narrador, capaz de sacar partido de los elementos más inocentes para asustar a su audiencia.