Primero Netflix nos malacostumbró a que todo lo que harían sería tan impecable y perfecto como House of Cards, pero luego estrenaron Hemlock Grove y ¡oh sorpresa! La serie es un desastre. Pero curiosamente…un buen desastre.

Hemlock Grove nos lleva directo a un pueblo en Pensilvania donde lo sobrenatural está a la orden del día. Hombres lobos viviendo en remolques, vampiros que estudian la preparatoria (en la serie se les conoce como “upir”), una especie de hermana perdida de Frankenstein que duerme en un cuarto de muñecas, y sangre, sangre, mucha sangre y más sangre.

La serie de terror producida por Eli Roth (Hostal) empieza haciéndonos creer que será la nueva True Blood para prontamente darnos un baño de agua helada y recordarnos que más bien estamos viendo una especie de película ochentera de Wes Craven mezclada con Salem’s Lot.

Brian McGreevy (creador de la serie y el libro del mismo nombre) lleva el misterio del “¿Qué es lo que está pasando con este pueblo?” a tal extremo que para la mitad de la primera temporada sigues sin tener idea de qué estás viendo. Cuál es la trama de la historia, quién es bueno, quién es malo, y qué diablos es un “upir”. Sin embargo, lo hace de manera tan entretenida que, pese a que tal vez no pudieras contestar si alguien te pregunta “¿Y bueno, de qué trata Hemlock Grove?” igual no te importa.

No le hagas caso a las actuaciones, si te clavas en que al menos la mitad del elenco no puede decir un “hola” sin que le suene falso, te la vas a pasar muy mal” -y eso incluye a Famke Janssen que, pese a ser toda una estrella de cine, cada diálogo que sale de su boca grita sobreactuación. Mejor enfócate en la dinámica que Bill Skarsgard (Roman) y Landon Liboiron (Peter) logran montar desde el capítulo piloto. Ellos son los actores que te van a hacer regresar por un segundo episodio, un tercero y cuando menos te des cuenta, hasta un 13avo.

La serie tiene un sentimiento absolutamente retro que no podemos sino creer que ha sido creado muy a propósito. A momento nos recuerda a Los Muchachos Perdidos y a momentos a Dirty Dancing (de hecho, en algún momento hacen referencia literal a Dirty Dancing con el diálogo “Nobody puts baby in a corner”). Así que no podemos más que concluir que ciertos detalles que se podrían tachar de “errores”, están hechos con toda alevosía y ventaja para mantener este allure vintage, y eso incluye el terrible fondo-pantalla con el que graban cada que alguien está manejando un coche.

Y eso no es lo único: El guión suelta flashbacks al por mayor que los editores “obvian” con colores sepia (de hecho, el color de la imagen va cambiando dependiendo de con qué personaje estemos), los vestuaristas no hacen ni el menor intento por evitar clichés, de hecho, los buscan; la cámara pasa de set de telenovela directo y sin escalas a Blair Witch Project sin pedir permiso ni tener sentido, y por alguna extraña razón hay una concepción inmaculada en la trama. Estamos hablando de la receta para el desastre y el caos y bizarramente? funciona.

La serie va que vuela para conseguir el apellido “de culto”, y si nos preguntan a nosotros, pese a lo absurdo y plástico que resulta todo, la escena en la que Peter Romancek se transforma en lobo por primera vez esposiblemente la mejor secuencia de una metamorfosis animal que se haya visto en la historia del cine y la televisión. Olvídense de los efectazos en Twilight y de lo artesanal en The Wolfman, Hemlock Grove logra verdaderamente hacernossentir la pérdida del cuerpo humano desde el instante en que Peter pierde los globos oculares, hasta el momento en que (ya transformado en bestia) se come su propia carne humana. Pedimos una ronda de aplausos para el señor Roth.

Y ya nada más por eso, le damos un 7. Pero que no se diga que no se los advertimos.