Gru y Lucy son despedidos por dejar escapar a Balthazar Bratt (con voz de Jay de la Cueva), un actor obsesionado con el personaje que lo llevó a la fama en los años 80. Entonces reciben la invitación del gemelo de Gru para que lo visiten, pero su intención es hacer que su hermano regrese a hacer el mal (de hecho la mayoría de los minions lo abandona para seguir cometiendo crímenes por su cuenta).

Pierre Coffin sigue al frente de la franquicia, como siempre ayudado de otros directores, manteniendo la esencia de los personajes y dándole su merecido lugar a los minions, el de personajes secundarios que son divertidos en pequeñas dosis: ya sea en un concurso de canto, en la cárcel o al rescate de Gru.

Como es bien sabido, la nostalgia vende, y aquí no se aguantaron las ganas de recurrir a ella, afortunadamente en la medida necesaria. Hay muchos elementos retro a cargo del antagonista y uno de los principales recursos utilizados en este campo es la música que compone el soundtrack, con canciones como “Take on me” de A-Ha o “Bad” de Michael Jackson.

El tema del bien y el mal está siempre presente, pero ahora se da desde un lugar inesperado para Gru, pues su hermano no es muy competente a la hora de delinquir, pero las películas de Mi Villano Favorito tratan realmente de una cosa: la familia. En la primera entrega Gru adoptó a tres niñas huérfanas, en la segunda conoció a su pareja y ahora se reencuentra con su hermano. Son encuentros que se han dado inesperadamente pero funcionan porque los implicados se involucran tras conocer al otro.