Esta cinta (Salle, 2016) es un correcto pero lánguido intento de meter, en 122 minutos, la vasta vida de Jacques Costeau, el exporador francés que desveló los abismos del óceano al mundo entero.

La empresa se antojaba complicada: Costeau no fue sólo un oceanólogo, también fue inventor de dispositivos de buceo, cineasta pionero en la inmersión de cámaras -ganador de La Palma de Oro en 1956-, agudo empresario, conservacionista y uno de los primeros en alertar al gran público televisivo sobre el cambio climático.

Aunque visualmente es espectacular, la profundidad de la trama se debilita con el afán de incluir todos sus embates en tres décadas de trabajo. Eso sí, Lambert Wilson está estupendo como Costeau y logra momentos de verdadero interés cuando representa aquella compleja relación de amor/rencor hacia su hijo preferido, Phillipe (Pierre Niney).

Esta relación supera, por mucho, la que tiene con su esposa (Audrey Tautou), personaje que se torna gris y desangelado muy pronto -en parte por la floja actuación de Tautou-. Quizá las intenciones del director francés Jérôme Salle sean muy buenas (el discurso ecologista es evidente), pero la cinta resulta episódica, incapaz de mantener la emoción or mucho tiempo.