Por Alejandro Alemán

Luego

de dos años de atraso, llega a México La Milagrosa, cinta colombiana

dirigida y escrita por Rafael Lara, cineasta mexicano forjado en el

extranjero, con amplia experiencia en televisión.

A

pesar del retraso, esta cinta llega a la cartelera en el mejor de

los momentos, toda vez que la cinta narra un episodio de secuestro de

civiles por parte de la guerrilla de Colombia; tema dolorosamente actual

en nuestro país.

Con

un inicio más que poderoso, Rafael Lara demuestra desde el primer

minuto su gran solvencia en el uso de la cámara y el montaje de escenas,

particularmente en aquellas que muestran la refriega a balazos entre la

guerrilla y el ejército. Se trata en definitiva, de una cinta que no le

pide nada -al menos en el aspecto técnico- a muchas de las cintas

bélicas hechas en Hollywood.

En La Milagrosa, Eduardo (Antonio Merlano) es un junior que se la vive

en la fiesta. Un día, ebrio, maneja rumbo a la carretera y es

secuestrado -a pesar de la protección de su guarura- por la guerrilla,

en un acto que se le conoce como la "Pesca Milagrosa", que consiste en

secuestrar civiles acaudalados para así financiar el movimiento.

Los

primeros minutos son los mejores, Rafael Lara logra retratar con

verosimilitud inusitada el secuestro y la violencia de la guerrilla;

pero su guión es errático. Apenas rozando la crítica al gobierno o al

ejército colombiano, Lara prefiere enfocarse únicamente en la guerrilla

para caer de inmediato en el maniqueísmo de los buenos y malos.

Los

guerrilleros buenos permiten que Eduardo amenice con la guitarra sus

fiestas, lo invitan a jugar futbol e incluso se da oportunidad para

darse unos besos con una guerrillera guapetona del lugar. Los

guerrilleros malos, en cambio, son los que dejan sin comer a Eduardo, lo

hacen grabar videos para que sus padres paguen el rescate y lo dejan

durmiendo en una mazmorra.

Esta

tibieza en el tratamiento, y lo unidimensional de sus personajes, hace

que todo se venga a pique. Rafael Lara deja en claro que tiene la

capacidad para dirigir superproducciones al estilo Hollywood, pero sus

guiones necesitan ser más valientes y menos complacientes con un público

que busca reflexiones sobre un tema tan serio como el secuestro y la

guerrilla, para obtener a cambio acción y romance.

El

tratamiento final es tan débil y los personajes tan lineales, que me

imagino perfecto a Eduardo -una vez liberado de su encierro- entrando a

Facebook para contarles a sus amigos la experiencia de su secuestro.

"Hasta me ligue una guerrillera y todo, weee".