Por Carlos Arias

Si películas como ésta asustaban a nuestros abuelos y a nuestros padres, ¿por qué no nos iban a espantarnos también a nosotros? La dama de Negro 2 (2014), dirigida por Tom Harper, vuelve a poner en escena un cine de terror clásico, en una continuación de la exitosa La dama de negro (2012).

La secuela intenta demostrar no es una mala ideael viejo tema de la casa embrujada, con una señora vestida de negro que aterroriza a la gente. Desde ya, habría que advertir que la película consigue un espectáculo visual deslumbrante al viejo estilo, aunque con muy poco en el menú para poner realmente a prueba los nervios del espectador.

La idea central de la película es el regreso a la pantalla del fantasma creado por la escritora inglesa Susan Hill, autora de la primera Dama de negro, quien escribió también esta secuela para la pantalla grande.

En la primera Dama de negro teníamos a Daniel Racliffe como Arthur Kipps, un abogado que se enfrentaba a una situación de terror cuando llegaba a una mansión gótica y misteriosa. Aquella historia que ya tenía una versión fílmica anterior (Herbert Wise, 1989) y una versión teatral, la misma que lleva muchos años presentándose en los foros de México con diversos actores, entre ellos el vampiro nacional Germán Robles. Pero en esta segunda parte los personajes son otros y la historia tiene muy pocos puntos de contacto con la primera. La productora Hammer Films no ha dejado pasar la oportunidad de hacer una secuela a partir de otro relato firmado por la misma escritora, en un intento por recuperar el espíritu de la primera, aunque con un argumento totalmente distinto.

Han pasado 40 años desde la última aventura y ahora tenemos como visitantes en la mansión de Eel Marsh House a un grupo de niños londinenses, refugiados de los bombardeos a la capital inglesa en la Segunda Guerra Mundial.

Los niños serán enviados a la casa embrujada, ubicada en una tenebrosa planicie. Este será el escenario de los sucesos clásicos, como pesadillas, pasos en la oscuridad o apariciones fantasmagóricas. El grupo incluye al huérfano Edward (Oaklee Pendergast) y las maestras Eve (Phoebe Fox) y Joan (Helen McCrory), junto al piloto Harry (Jeremy Irving). Todos ellos serán testigos de las esporádicas apariciones de la mujer de negro, quien en comparación con la película anterior está menos tiempo en la pantalla y su presencia apenas se sugiere.

La idea no es solo antigua, sino que el estilo narrativo y hasta la anécdota remiten al cine clásico de la Hammer, la casa productora que en los años 50 renovó el cine de terror y que desde hace algunos años ha vuelto a la vida para producir películas de vampiros y espantos bastante aceptables, aunque con historias ya probadas (el remake de Déjame entrar, 2010; The resident, 2011; La dama de negro, 2012). Ahí están, como marcas del estilo clásico de la Hammer, los colores fríos y apagados, las sombras góticas, el bosque en medio de la niebla y el terror como algo que ocurre más en la mente del espectador que en la pantalla.

Sin embargo, en este caso no hay dudas de que se trata de una secuela pensada en términos comerciales, como una forma de sacar partido del éxito de la primera parte. Por ello, si bien esta secuela muestra mayor virtuosismo en las imágenes y en la ambientación, no conserva los mismos sobresaltos y muestra recursos con muy bajo factor sorpresa.