Por Carlos Arias

Una nueva versión de un cuento de hadas con personajes reales. Esta vez le toca el turno a La bella y la bestia (La belle et la bete, Francia, 2014), una versión del cuento clásico dirigida por el francés Christophe Gans, con actores de carne y hueso y con escenografías realizadas por computadora.

Si en los años 90 se puso de moda actualizar los cuentos clásicos con actores humanos, en este caso se da un paso más allá: hay una total integración entre animación por computadora y “acción viva”. La película toma como punto de partida a un par de niños a los cuales se les cuenta el cuento infantil. La lectura de un libro cuyas ilustraciones literalmente se desdoblan, cobran vida y se convierten en la historia contada.

La historia comienza cuando el padre de la protagonista, Belle (Léa Seydoux), un viejo burgués bien intencionado, queda en la ruina cuando sus tres barcos mercantes se hunden en el mar con todas sus riquezas. Entonces la familia, integrada por dos hermanas y por un hermano de Belle, deben irse a vivir a una casa de campo. Mientras que todos los demás intentan regresar a su vida de lujos, solo nuestra heroína descubre los placeres de la bondad y la vida campesina.

Luego de una tormenta en la que ella cabalga por un paisaje nevado, Belle llega a un castillo en un valle alejado, donde conoce al príncipe encantado que ha sido convertido en la Bestia por un embrujo, el cual solo puede ser deshecho cuando una mujer lo ame por su belleza interior.

La película se desdobla en diversos tramas paralelas que se desarrollan en extenso a lo largo de casi dos horas. Saltade la historia del príncipe y su maldición, a la relación entre Bella y el Príncipe/Bestia, mientras se desarrolla la historia del padre de Belle, perseguido por deudas y por un siniestro bandido (Eduardo Noriega).

El director Christophe Gans, quien ya había incursionado con éxito en el cine fantástico con Pacto de lobos (Brotherhood of the wolf, 2001) y Silent Hill (2006), apuesta a sorprender con los recursos visuales. La película vale sobre todo por la creación de un mundo mágico sobrecargado y preciosista. Requiere por lo tanto de un espectador deslumbrado por esa atmósfera, escenarios espectaculares, tonos soft, efectos especiales y seres fantásticos.

El público ideal será quizá el de los niños. Se trata, a fin de cuentas, de un cuento infantil, y esta película busca recuperar justamente el llamado a la fantasía y a la imaginación, sin convertir a la Bella y la Bestia en un campo para lo simbólico o para lo alegórico. Como puro cuento de hadas, Gans consigue la creación de una atmósfera fascinante y cautivadora.