Un clásico reimaginado, una aproximación diferente, un apuesta por reinventar a un personaje icónico, pero mal lograda.

El principal problema es el guion: flojo desde el comienzo, con la suficiente acción como para no aborrecer el tiempo invertido frente a la pantalla, pero con más defectos que virtudes, como la inclusión de un humor que no termina de cuajar, metido con calzador, igual que las referencias fortuitas a otras películas.

Los personajes carecen de una introducción apropiada, no hay mucho de donde agarrarse para sentir empatía con ellos. Tom Hiddleston no explota sus habilidades como rastreador y no alcanza a destacar como protagonista, Brie Larson tal vez no sea la damisela secuestrada por el colosal primate, pero la ganadora del Óscar a mejor actriz tampoco ofrece mucho, no con este papel. Tal vez el más sobresaliente sea Samuel L. Jackson, aunque es una caricatura de villano, un soldado frustrado por perder la guerra que no cederá ante este nuevo enemigo.

Por su parte, Kong a veces no luce tan real, como cuando ven a la distancia su silueta de cuerpo completo. Este centinela es en realidad el guardián de la isla, quien mantiene a raya a una amenaza que está en riesgo de emerger tras la exploración. El resto de las criaturas son interesantes, pero no se aprovechan.

La entrega es parte del multiverso de Universal, mismo que empezó con la cinta previa de Godzilla (2014) y que culminará en el enfrentamiento de esos dos colosos. El afán de otros estudios por sacar dinero de los universos cinematográficos no le ayuda a la industria.

Poster de Kong

Foto: Warner Bros.