–PorOswaldo Betancourt L.@rockswaldo

Siete años después del caso ocurrido en el kilómetro 31, el oficial Martín Ugalde investiga la desaparición de varios niños en la Ciudad de México, entre ellos el hijo de la candidata a la presidencia… en su lugar encontrará la maldad de frente.

Es inusual ver franquicias de terror en la escena del cine nacional, no es un género que en verdad funcione, hay varios intentos fallidos a lo largo de los últimos años, como si se aún se trataran de dominar sus elementos más básicos (mal hecho a través de remakes).

De ahí que Kilómetro 31 y esta entrega marquen una diferencia al invertir en la originalidad, son dos aproximaciones diferentes a la leyenda de la llorona, en la primera los niños buscan a la mamá y ahora la mamá busca a sus hijos.

Lo más sobresaliente de la secuela es el excepcional diseño del personaje que hicieron – en CGI (animación por computadora) -, de Ágata como el ente maligno, su aspecto es superior, por mucho, al que se vio en la entrega anterior e incluso recuerda a una criaturas de Silent Hill o Resident Evil.

Un inconveniente importante consiste en que arrastra de su antecesora el tono predominantemente de suspenso que maneja nuevamente Rigoberto Castañeda, el director, por encima de un horror muy disminuido, así que difícilmente vas a morir de miedo al verla (probablemente una versión más condensada funcionaría mejor). El mérito, repito, es la apuesta en todos los sentidos.