Por Carlos Arias

Después de que los fantasmas de la película anterior se dedicaron a asustar a una una familia con su hijo, en una casa que había sido una morgue, ahora hay otra familia que tiene que vérselas con apariciones que les quitan el sueño. Esta vez es una pareja de blancos pobres y su pequeña hija en el sur profundo estadounidense, quienes se enfrentan a nuevas apariciones, peligros, pesadillas y sobresaltos. Se trata de Extrañas apariciones 2 (The haunting in Connecticut 2: Ghosts of Georgia, 2013), dirigida por el ex editor y director debutante Tom Elkins.

Esta es la segunda parte de la serie que muestra supuestas apariciones de fantasmas en casas embrujadas de diversos puntos en Estados Unidos. La primera ocurría en Connecticut, esta tiene lugar en el estado de Georgia y se espera una tercera parte en Nueva York.

Aunque la película se basa en testimonios de auténticos cazadores de fantasmas y se anuncia como “basada en hechos reales” ocurridos en 1993, tiene muy pocos los elementos que busquen darle algún grado de autenticidad a las apariciones, salvo la mención de fechas y lugares. Fuera de eso, la historia avanza como cualquier otra ficción de terror sobrenatural, con apariciones repentinas, golpes de efecto y muertos que no se resignan a abandonar el mundo de los vivos.

Ya sabemos que queremos ver fantasmas y la película no se tarda en mostrarlos. Vaya, no solamente no hay esperas, sino que desde la primera secuencia ya asistimos a los encuentros de Lisa (Abigail Spencer) con espectros sufrientes, de los cuales no la libran el consumos de pastillas ni la compañía de su pequeña hija Heidi (Emily Alyn Lind), quien también tiene pesadillas con muertos y “vé cosas”.

Madre, hija y el papá deciden mudarse a una vivienda rural, en medio de un bosque solitario. Mala idea si te acosan los fantasmas. Porque en esta casa las apariciones están más presentes que nunca. Su nuevo hogar resulta ser un sitio histórico que funcionó como refugio de esclavos que huían hacia el Norte durante la esclavitud en el siglo XIX, por lo cual está plagada de sucesos sobrenaturales.

Esta es una película pensada para que la disfruten los fanáticos del género. Son muy pocas las sorpresas que depara y el principal problema es la falta de un villano o de algún agente del mal que ponga en auténtico peligro a la familia. Quizá porque la película se presenta como “real”, no hay una apuesta por romper los moldes del género y la película opta por seguir caminos conocidos.

No faltan los consabidos recursos del terror, como la niña que tiene contacto con muertos y los adultos que creen que son amigos imaginarios. También están ahí los conflictos familiares como escenario para la aparición de lo sobrenatural, y una puesta en escena de imágenes “fantasmagóricas” un poco anacrónicas, con relámpagos e imágenes intercaladas de los fantasmas, primeros planos de muertos, gusanos, huesos y calaveras.