Antes de que la animación se convirtiera en esclava de los efectos especiales por computadora, el ingenio de Ray Harryhausen inundaba las pantallas con mundos fantásticos y monstruos que parecían cobrar vida gracias a su destreza en la técnica del stop-motion. Tras haber realizado El gran gorila con el maestro de esta técnica Willis O’Brien, se basó en una idea de éste para trabajar en El valle de Gwangi. Este filme fue la oportunidad perfecta para dar vida a sus monstruos favoritos: los dinosaurios, criaturas que habitan en este valle al que llega un grupo de vaqueros en busca de aventuras