Por Jaime Azrad @_azrad

Sorprendentemente emotiva, El juego de la fortuna no es la típica película de temática deportiva que termina con una victoria avasalladora de último minuto. Es una cinta que se basa en la figura de un hombre que busca revolucionar el mundo del béisbol con ideas poco convencionales, que lidia con la pasión sus propias batallas.

Con el argumento de Moneyball, bestseller de Michael Lewis, esta cinta cuenta la historia de Billy Beane (Brad Pitt), un administrador de jugadores de béisbol (y jugador frustrado) que pierde a todas las estrellas de su equipo y debe competir con los pocos recursos que le quedan.

A Brad Pitt le debemos, además de una actuación sensata y consistente, la realización de la película, pues dicho proyecto fue casi cancelado antes de iniciarse, pero el actor estadounidense se rehusó a dejar que la película muriera. Y eso se reflejó en su actuación.

Bennett Miller, el director, tiene un discurso cinematográfico que no exagera el sentimentalismo ni explota la volatilidad de las situaciones. En Capote (2005), por ejemplo, se nota una narrativa distante pero con emotividad suficiente para el completo desarrollo de personajes, que incluso le valió el Oscar a Phillip Seymour Hoffman. Esa virtud se logra replicar en esta cinta.

Además de trabajar de nuevo con el talentoso Hoffman, que da vida al entrenador del equipo de béisbol, Miller coloca a Jonah Hill (Ligeramente embarazada, 2007) en un papel dramático que, sorprendentemente, convence y complementa el personaje de Pitt de manera muy atinada.

El director y los actores pueden entregar un trabajo de este calibre gracias a un guión fuerte que, aunque carente de algunas justificaciones, presenta diálogos perfectamente adaptados de la literatura de Lewis y que construye un drama que atrapa y emociona.