Admirador del trabajo que Willis O’Brien —inventor de la técnica del stop-motion que consiste en utilizar modelos a escala y animarlos cuadro por cuadro— realizó en la exitosa King Kong (1933), Ray Harryhausen llevó a cabo sus primeros experimentos animados en varios cortometrajes para la Paramount. Su talento llamó la atención de O’Brien, quien lo invitó a colaborar en El gran gorila, secuela de King Kong —que obtuvo el Oscar en 1950 a los mejores efectos especiales— en la que un ambicioso empresario descubre un inmenso gorila; la criatura perfecta para su show en Hollywood. Cuando la bestia llega a la ciudad las cosas se salen de control