PorVerónica Sánchez Marín

Aunque el título remita a una película de zombis, es de fantasmas. Y pese a la mala traducción de la cinta al español, la película tiene una buena propuesta de suspenso sin mayores pretensiones que la de sacarle al espectador uno que otro susto, con cuadros clásicos de la fantasmagoría gringay una onda pseudoprofunda que prospera por nunca pretender que se trata de algo revolucionario en terror cinematográfico.

Despertar de los muertos(The Awakening, Reino Unido, 2011), ópera prima del director Nick Murphy, es una historia lineal que no busca descubrir el hilo negro del género de terror, pero que síreivindica la tradición de cuentos de fantasmas británicos como fuente primigenia gracias a una magnifica ambientación e interpretación de Rebecca Hall. La cinta se sitúa en la Inglaterrade la década de 1920y narra un episodio de la vida de Florence Cathcart (Rebecca Hall), una escritora de éxito que se dedica a desmontar las presuntas apariciones de fantasmas. Florence es invitada a investigar el suicidio de un menorde edad, que ha sidorelacionado con una serie de fenómenos paranormales producidos por –según los infantes de un orfanato–el espíritu de un antiguo estudiante que creen veren los pasillos de la escuela. Su arribo al lugar le hace recordar su pasado–un elemento natural del terror infundido por el Cristianismo: tus faltas debilitarán tu espíritu cuando te acerques al mal–y tras determinados sucesos su aparente escepticismo es puesto a prueba. Y volvemos a la confrontación del siglo XX: la fe contra la ciencia. Un tema difícil de abordar en este género, que ha visto infinidad de piezas memorables que nos recuerdan la fragilidad del pensamiento frente a las paradojas del mundo.

Aunque el resultado es creíble, el largometraje de Nick Murphy, se cae enel asalto que nos encamina al clímax,donde la historia se vuelve más bien un melodrama que devela los traumas más frívolos de los protagonistas: el secreto familiar de alcoba, la búsqueda de un heredero, la deshonra por bastardía, la venganza del repudiado.Y estoqueda plasmado enunintento de suicidio colectivopor parte del más azotado de los personajes(Imelda Staunton).La excesiva locura de su desenlace no armoniza con el planteamiento general.Una solución escandalosa para las sutilezas convencionales que tanto gustan a los puristas hollywoodenses: lentitud para increpar con ruidos e imágenes de deformación —el mayor horror que podemos tolerar a través de la mirada. Un preámbulo mejor logradoque el intento de terror de la película mexicanaMorgana.Sin embargo no llega a serlas superioresEl espinazo del diablo(2001), de Guillermo del Toro oLos otros(The Others, 2001), de Alejandro Amenábar.

ElDespertar de los Muertos, se sostiene por el gran trabajo interpretativo de Rebecca Hall. Precisamente es ella el gran cimiento de la película, ya que desde el inicio gozamos a un personaje que soporta casi todo el peso de una trama que difícilmente puede sostenerse en más pilaresque los de obedecer todas las triquiñuelas del terror básico en cine. Su personaje vuelve creíble la transformación de un carácter que evoluciona desde el escepticismo extremo, hasta la incertidumbre de hallarse en la tesitura entre la superstición y la coherencia.

Otro acierto es la buena ambientación del filme que logra una atmósfera gótico-victorianakitschy que zambulle al espectador en el escrupuloso contexto británico de la época:pasadizos secretos(no podían faltar —gracias Sir Arthur Conan Doyle por el detalle), una casa de muñecas(desde Wes Craven y su Freddy los cineastas no han superado el lado siniestro de la infancia), en cuyos habitáculos se representa lo mismo que está sucediendo a escala natural. La atmósfera de mansiones tenebrosas se retrata a la perfección con unos parajes que atemorizarían hasta a Jack el Destripador.

Estos elementos salvan alDespertar de los muertosde volverse una película del montón,digna de un título que me encanta para etiquetar a las películas esforzadas, entretenidas y faltas de originalidad: palomera.