Por Eric Orlando Jiménez Rosas

Un abogado (Michael Fassbender), que se ha comprometido con su bella novia (Penélope Cruz), se ha involucrado con dos traficantes, un excéntrico tejano (Brad Pitt) y un amante de los felinos salvajes (Javier Bardem), quien comparte su afición con su pareja (Cameron Díaz). A pesar de las advertencias de los traficantes, el abogado se une a un multimillonario negocio, en el cual participa un violento cartel del norte mexicano. Cuando algo sale mal con el negocio, la vida de todos peligra ante la venganza implacable del cartel mexicano.

El veterano director, Ridley Scott, presenta una de las mejores películas de la cartelera de este año. En esta ocasión dirige una historia de Cormac McCarthy, el distinguido autor norteamericano ganador del Pulitzer. También se rodea de un reparto de primera línea, todos excelentes en sus papeles. Destacan principalmente Javier Bardem y Cameron Díaz, quien da vida a una mujer fatal, fría y calculadora.

La película avanza de forma lenta, si mostrar la trama, aguantándola, reservándola. Gran parte del tiempo se muestran largas conversaciones algo desconcertantes, que parecieran una especie de “pedagogía del narco”. Los traficantes le enseñan al abogado el mundo del narco en general, y del cartel mexicano en particular, y para ello utilizan diversos recursos didácticos, entre ellos lo que pareciera una “filosofía del narco” y una “ética del narco”.

Estos recursos no son gratuitos. En realidad es un mundo extremadamente complejo y completamente ajeno a la realidad del abogado y de todos nosotros. Es un universo con reglas propias, con moral propia, donde los individuos que entran nunca más vuelven a ser los mismos. Es un mundo que no se puede explicar de forma simple, donde se requieren metáforas, analogías, ejemplos, y otro tipo de recursos para poder vislumbrar un poco su naturaleza.

De pronto, de manera súbita, aparece el cartel y la muerte. Y todo tiene sentido. Toda la teoría se convierte en hechos. Es un mundo donde todo lo defuera es pura maldad, parece que desde dentro es sólo negocio. La muerte, la decapitación, las desapariciones, son sólo transacciones.

Se trata de una película con una manejo del suspenso muy especial. Nos insinúa lo peligroso y diferente que es el cartel mexicano. Y únicamente lo revela de forma evidente con algunas escenas. El espectador construye la mayor parte de la trama, con elementos teóricos y simbólicos. Si bien esto puede resultar molesto para algunos, para otros se trata de un cine intelectualmente participativo.