Por Héctor Mendoza

Una película con un staff y un equipo técnico que conoce su oficio no siempre es garantía de una buena producción, y justamente esto es lo que pasa con Después de la vida. La película corre un riesgo del que no logra salir bien librada: abordar el tema de la comunicación entre vivos y muertos, y en ese trance cae en incoherencias que nos llevan a pensar que la dirección no supo dónde terminarla y se alargó más de lo necesario.

El personaje que interpreta Cristina Ricci, Anna, despierta después de un accidente para encontrar a Eliot Diacon (Liam Neeson) como el interlocutor que le avisa que ha muerto. Aquí se presenta el primer problema, con el perfil de los personajes y es entonces que la historia naufraga un tanto al no dar pistas claras de dónde se ubica . La abundancia de secuencias innecesarias y el desenlace, inconsistente, no logran darle hemogeneidad.

El filme, fuera de sus detalles técnicos, no parece ser un candidato a gran éxito de taquilla y sólo es buena apuesta para quienes disfrutan sentirse intrigados para recibir una sorpresa al final.