Hay dos buenas noticias acerca de Bruno, la nueva comedia de Sacha Baron Cohen: la buena: es del mismo estilo y sentido del humor que Borat; la mala: es una copia mala de Borat. Durante 80 minutos, verás en la pantalla la misma fórmula que hace algunos años catapultó a la fama al binomio de comedia Cohen-Charles (director) la burla incesante hacia la cultura americana. Si bien antes un ingenuo reportero de Kazajstán maquilaba preguntas para estallar el racismo gringo; Bruno no hace un esfuerzo intelectual por incomodar a sus entrevistados; no, lo que él hace raya en lo incómodo, en la broma física, en el chiste fácil.

Sin embargo, y hay que aclararlo: no es una mala película, sólo que es una calca de algo que ya vimos y que es inevitable de comparar, pues incluso tienen la misma trama. Un periodista que viaja a Estados Unidos para buscar su destino. En el caso de Bruno, un fashionista austriaco ultra-gay es la fama y el status de celebridad, ya que se ha quedado sin trabajo por un incidente mientras usaba un traje de velcro dentro de una pasarela.

A lo largo de unas semanas, Bruno imitará (mejor dicho se mofará) de todas las artimañas de los famosos para atraer la atención mediática: adoptará un bebé, tendrá un video sexual y hará donaciones a instituciones absurdas. De paso, tratará de convertirse en un “hombre derecho” yendo con unos pastores evangelistas que lo exorcizarán del demonio de la homosexualidad. Estos dos puntos son lo más rescatable del film: la obsesión por la gente digamos, famosa; y la hipocresía de una sociedad que se jacta de liberal, pero que al tener de frente a un hombre gay, sólo propinará insultos a la intolerancia. Insistimos no es una mala película pero si vas a imitar tu trabajo anterior, haz el mejor esfuerzo.