Por Javier Pérez @JavPeMar

Absurda, frenética, alucinante. A su modo, crítica despiadada de las costumbres de una sociedad enajenada a partir de la ilusión de felicidad (acá representada por la cangreburguer), el segundo largometraje sobre la exitosa caricatura de Nickelodeon, Bob Esponja, un héroe fuera del agua, también es una historia sobre la felicidad, el egoísmo y el compañerismo aderezada con hartas dosis de fantasía colorida y mensajes edificantes como sacados de un libro de Og Mandino (del tipo, tú puedes cambiar tu destino).

Fondo de Bikini cae en una crisis de tintes apocalípticos (vestimentas negras en látex y piel incluidas muy a la Mad Max) cuando desaparece la receta secreta para que en el Crustáceo Cascarudo se prepare la cangreburguer. Todo mundo entra en pánico y Bob Esponja y Plancton, el minúsculo antagonista que siempre quiere robar dicha receta de la caja fuerte de Don Cangrejo, son responsabilizados y tienen que huir (en una gran burbuja de jabón) y aprender a trabajar en equipo para restaurar el orden.

Con una estética pop contemporánea, de colores brillantes y escenarios y personajes alucinantes (ese delfín Burbujas o la mesiánica Arenita), la acción va caminando como en capítulos que pasan de la animación a la acción real con el Capitán Burger (Antonio Banderas divirtiéndose casi en piloto automático) contando una historia aparentemente inocua a unas gaviotas (únicos personajes doblados en México, por conocidos vloggers) hasta que ambas se fusionan y salen del agua Bob Esponja, Patricio Estrella y compañía transformados por su propia voluntad gracias a un libro mágico.

No faltan las situaciones divertidas provocadas por la ingenuidad rayana en la estupidez de Bob Esponja o por la estupidez nada ingenua de Patricio, tampoco el discurso prodiversidad soterrado pero siempre presente, ni las dosis de acción adecuadas. La 3D bien aprovechada para darle profundidad y textura a la imagen ayuda bastante a disfrutar de esta historia absurda y alucinante por partes iguales.