Para muchos Sam Raimi es el director de los presupuestos multimillonarios de Spiderman; pero para un puñado de geeks y/o cinéfilos de la vieja escuela, el apellido de Raimi nunca podrá ser sinónimo de dólares, porque si algo caracterizó a este director al inicio de su carrera, fueron las joyas de terror con una inversión paupérrima (Evil Dead) que lo convirtieron en un cineasta de culto.

Una especie de Vincent Price que redimensionó las cintas de espantos. Pero eso fue hace años, antes de que Peter Parker lo coloque en la élite Hollywoodense.

Aunque, justamente esta fama, es la que le permite volver a sus raíces fílmicas y ahora presenta Arrástrame al infierno, un apéndice más de su talento natural por mezclar el thriller con la comedia. Si algo se le agradece a Raimi, es que siga fiel a su estilo de antaño: maldiciones ancestrales, muebles malditos, juego de sombras y una música tétrica – el score de Christopher Young será el soundtrack de tus pesadillas–, y que además logra realizar una proeza dentro de este género: logra una secuencia de horror a plena luz de día. Para él, Satanás no tiene horario vespertino.

Bueno, mencionar Satán es un decir, porque aquí el maldito es Lamia un espíritu que acecha a Christine una joven e inocente prestamista (el trabajo más odiado de la actual crisis económica) quien por impresionar a su jefe, le niega una extensión de crédito a un viejecilla. Gran Error. Pero aún mayor cuando te das cuenta que no es una anciana cualquiera… es una gitana con un ojo podrido, las uñas amarillas y largas, y que de colmo tiene una dentadura afilada. Esa noche Christine y la gitana tienen una pelea épica en el estacionamiento, donde la chica rubia, después de atestar un duro golpe (“Take that you, bitch”), es arrancada de uno de los botones de su abrigo y la anciana le echa una maldición.

Más tarde, Christine y su novio (cuya única función es ser escéptico, amoroso y el único enlace al “mundo real”) visitan a un adivino quien diagnostica el destino de la heroína: en tres días será llevada al infierno por Lamia, al menos que logre sacrificar un animal o pasarle a alguien más la maldición.

Desde este momento, Raimi presenta un festín de suspenso, comedia, gatos vomitados y moscas entrometidas, que se fusionan con efectos especiales bien calculados. La actuación de Lohman como Christine (quien por cierto cada vez que grita recibe algún producto nauseabundo en su boca) y de Adriana Barraza como una espiritista, son las cartas fuertes de una las cintas de terror mejor realizadas en Estados Unidos, claro, y que no son remakes asiáticos. Eso sí, y no es spoiler, el último minuto de la cinta entrará en los finales más sorprendentes que has visto en los últimos diez años.