Este 18 de julio se estrena El Complot Mongol, adaptación al cine de Sebastián del Amo de la novela homónima de Rafael Bernal, que recupera el humor negro de la obra original.

La historia se ubica en México, durante los años sesenta: la Guerra Fría se encuentra en pleno apogeo y las intrigas internacionales están a la orden del día. Filiberto García, un miembro de las fuerzas del orden que vio sus mejores días como soldado durante la Revolución Mexicana, recibe la encomienda de investigar los rumores de una supuesta conjura de la China maoísta para asesinar al presidente de los EEUU en su inminente visita a México.

Repentinamente, el viejo García se ve inmiscuido en una intrincada trama que involucra a rusos, chinos, gringos y mexicanos, y que tiene como escenario el minúsculo barrio chino de la calle de Dolores, en la Ciudad de México.

La nueva adaptación al cine de El Complot Mongol por parte de Sebastián del Amo (Cantinflas, El Fantástico Mundo de Juan Orol) ofrece una disfrutable tragicomedia policiaca que recupera el humor negro que el autor Rafael Bernal imprimió en su novela original.

Pero vamos por partes: en lo que respecta a la historia, Del Amo, que fungió como director y guionista, no se complica demasiado y opta por apegarse lo más posible a su relato original; pero, en cambio, en lo que sí se clava es echar mano y utilizar los recursos cinematográficos a su disposición para revestir el relato y dejar su rúbrica en la película.

En este aspecto se destaca el diseño de producción a cargo de Juan Carlos Castillo, quien logra la ambientación de una CDMX sesentera que se conjuga con la dirección de foto de Alejandro Cantú, cuya gama de colores de iluminación, entre verdes, rojos y amarillos, aporta una puntual estética de novela gráfica a la cinta.

Igualmente, el score a cargo de Dan Zlotnik, Andrés Sánchez y Gus Reyes, acopla la estridencia del mambo, la salsa, el latin jazz (y por ahí algunos toques de surf) para resaltar los diferentes momentos de la película.

Otro acierto de Del Amo es que también logra conservar la esencia del personaje principal, Filiberto García (interpretado por un genial Damián Alcázar), como ese policía huraño, hastiado del mundo y curtido en la violencia y el agandalle (su pasado como revolucionario), quien tiene si algo tiene claro es que su función en el país de no pasa nada es la de proporcionar los muertitos que su inmediato superior en turno requiera.

Del Amo aprovecha el recurso de romper la cuarta pared y continuamente pone a García, un antihéroe lo más políticamente incorrecto posible, a interpelar directamente al espectador para compartirle sus pensamientos y reflexiones, tanto sobre los otros personajes como las situaciones en las que se ve envuelto. Es mediante estos sololoquios que nos damos cuenta que lo que el protagonista dice o hace no siempre empata con lo que piensa.

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Alrededor de García se extiende un microcosmos de personajes: el coronel (encarnado por Xavier López “Chabelo”), el político Rosendo Del Valle (Eugenio Derbez), la –quizá demasiado– seductora Martita Fong (Barbara Mori caracterizada como una mujer china), el licenciado (Roberto Sosa), el espía gringo Graves (Ari Brickman) y el espía ruso Laski (Moisés Arismendi), cada uno jugando su parte en esta, como diría García, “pinche intriga internacional”.

La película falla, no obstante, cuando intentar mantener el ritmo permanentemente elevado con la intriga y la tensión, ya que los diálogos, aunque ingeniosos e hilarantes en el libro de Bernal, en la pantalla llegan a ser cansinos.

Otra de las cosas que están de sobra son las cursis ensoñaciones de García con su interés amoroso, la china Martita Fong, así como las continuas apariciones a cuadro de cierto medio de circulación nacional.

A pesar de todo esto, el tramo final de la cinta ofrece un genuino cierre de novela policiaca, entrañable y pesimista como debe de ser (“¡Pinche soledad!”), quizá influenciado por a quién le dedica Sebastián del Amo esta película.

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Como detalle final hay que mencionar que el director se tomó un par de licencias respecto al relato original.

La primera de ellas es que, aunque no se menciona explícitamente, el personaje del Coronel tiene una placa con el nombre del actor (Xavier López) que lo interpreta; la segunda es la inclusión –que más bien parece un cameo– del actor Hugo Stiglitz, quien interpreta a un personaje homónimo en la cinta, inclusión que constituye un guiño al director Quentin Tarantino, fan declarado del actor.

Sin exigirle que sea una obra maestra de la cinematografía, El Complot Mongol resulta en una película sumamente entretenida que hay que aprovechar para disfrutar en cines antes de que se monstruo llamado Avengers: Endgame sature la oferta de salas comerciales.