Por Omar Morales

¿Cuántos grupos se han estrellado de frente y a gran velocidad contra el muro del fracaso al continuar su carrera después de la muerte de su vocalista? ¿Cuántos han logrado atravesarlo y en algún punto continuar con una trayectoria digna e incluso exitosa? Del primer anaquel recuerdo a INXS (le buscaron reemplazo a Michael Hutchence hasta en un reality show), The Doors (Ray Manzarek y Robby Krieger se empeñaron en seguir tocando música de los Doors con vocalistas invitados, ninguno como Morrison), Blind Melon (muy lejos de los buenos tiempos con Shannon Hoon)…

Del segundo a Joy Division (transformados en New Order tras la muerte de Ian Curtis), AC/DC (Bon Scott murió en 1980 y la banda renació con más fuerza de la mano de Brian Johnson), Lynyrd Skynyrd (que muy dignamente volvió a los escenarios después del accidente aéreo en que murieron tres de sus integrantes) y al grupo que nos ocupa en esta reseña: Alice in Chains (cuyo vocalista, Layne Staley, fue encontrado muerto el 20 de abril de 2002 por una sobredosis de heroína y cocaína).

Esta banda nació en Seattle en 1987 y se convirtió en uno de los estandartes del movimiento grunge, distinguiéndose del resto por un aura oscura y pesada, letras ansiosas y depresivas, ritmos aletargados y armonías vocales sin comparación en su contexto. Debido a las adicciones de Staley, en 1996 Alice in Chains entró en un remolino con largos periodos de inactividad. Después de su muerte le guardaron tres años de luto y en 2005 anunciaron su vuelta a los escenarios con un nuevo integrante, el guitarrista y cantante William DuVall. Hace unos días lanzaron a la venta el segundo disco de esta segunda era y han dejado muy en claro la efectividad de su regreso.

Alice In Chains – Stone from Celestine on Vimeo.

Sentado en mi estudio, veo y escucho este video a un volumen considerable. Atraído por los riffs, mi hijo de casi 13 años entra y me pregunta por el nombre del grupo. ¿Alice in Chains, qué no se habían muerto? Le cuento la historia del párrafo anterior y antes de irse me regala una pregunta rasposa “¿Qué le ha dado a los viejitos por sacar discos nuevos?” Afortunadamente el rock no discrimina por edades y muchos “viejitos” son capaces de sacudirnos las neuronas con sus nuevas canciones.

Layne Stayley era el frontman de Alice in Chains, pero el líder creativo sigue vivo (rondando los 50 años) y se llama Jerry Cantrell. Ha compuesto la mayoría de las canciones, es uno de los mejores guitarristas de su generación y con su especial timbre de voz formó una maravillosa pareja armónica junto a Staley. Para esta nueva alineación Cantrell tomó las riendas vocales y DuVall lo acompaña en coros y guitarras. Mike Inez (bajo) y Sean Kinney (batería) son una sólida base rítmica que sostiene la ansiedad y pesadez de Cantrell.

The Devil put dinosaurs here no marca una transformación en la música de Alice in Chains, es una continuación sin Layne Satyley en la que han logrado algunas de sus mejores canciones: Hollow, Stone, Voices, Phantom Limb. A mi gusto su enorme defecto es la duración: 12 canciones en 67 minutos de un estilo que tiende a las repeticiones hipnóticas puede ser demasiado. Si les gusta el rock duro y rasposo, sugiero que escojan sus favoritas (eliminen 3 o 4) y armen un disco potente que les desentuma el cuello.

Este fue uno de los grupos fundamentales durante mi adolescencia, escucho este nuevo disco y está muy cercano a mis recuerdos, mi memoria sonora ha quedado satisfecha. Que en paz descanse Layne Stayley, Alice in Chains está vivo.

[video:https://www.youtube.com/watch?v=hmSeWqmlqYs]