Por Omar Morales

Dotada de una hermosa voz y una gran sentido para hacer canciones, Charlyn Marshall nació en Georgia, Estados Unidos, en 1972. Según sus propias palabras, creció con la etiqueta social de ser una chica sureña, humilde y poco educada, y dichos estigmas no coincidían del todo con su estatus de prominente cantautora. Esa confusión la llevó al caos y a un profundo alcoholismo durante varios años, pero en 2006, al borde del suicidio y por la intervención de una amiga cercana, decidió desintoxicarse y vivir en sobriedad. Desde ese año no se editaba material nuevo compuesto por ella, The Greatest, y aquí van algunas consideraciones sobre el disco recién estrenado de Cat Power, Sun.
La primera es que se trata de su noveno trabajo de estudio y pocos aristas pueden jactarse de ese número. La segunda es que confirma sus múltiples personalidades musicales. La señora Marshall (ya cumplió los 40) es capaz de dominar un gran auditorio armada sólo con una guitarra acústica y su voz, es capaz de apropiarse y transformar grandes clásicos acompañada de una banda envidiable y ahora ha demostrado su capacidad como multi instrumentista en un disco con tintes electrónicos. Tercera consideración: el nuevo disco de Cat Power sorprende, nunca la imaginé rodeada de secuencias digitales y sintetizadores. Marshall compuso toda la lírica, la música y produjo el disco y, a excepción de las canciones Cherokee y Ruin, tocó todos los instrumentos de la mezcla final que fue realizada por el ingeniero y productor francés Philippe Zdar. Quizá de este proceso solitario es que se deriva la cuarta consideración: el noveno disco de estudio de una artista con carrera de largo aliento suena por momentos al trabajo de una primeriza. Conclusión: de muchas formas es una nueva Cat Power y este es un punto de partida prometedor. Sun es un buen disco, irregular, por momentos sobreproducido y barroco, pero con canciones extraordinarias como Ruin y 3, 6, 9.