Por Omar Morales

Uno de los grandes clichés de la música moderna se cocinó con tres ingredientes base: sexo, drogas y rock´n roll. A fuerza de práctica y repetición ese lugar común fue tomando formas humanas y hoy en día podemos identificar varias con nombre y apellido. Una de ellas nació el 21 de abril de 1947 en una pequeña ciudad estadounidense (Muskegon, Michigan) y fue bautizado como James Newell Osterberg, pero es mejor conocido en todo el mundo como Iggy Pop.

El 7 de febrero de 1973 cuatro músicos rudimentarios que se hacían llamar The Stooges (Los Secuaces: Iggy Pop, James Williamson, Ron Asheton y Scott Asheton) presentaronuna obra fundamental para la gestación y desarrollo del punk: Raw Power, un trabajo tosco y sucio de interpretación rabiosa que fue mezclado por David Bowie. En 1974, por la adicción a la heroína y otras sustancias ilegales de Iggy, The Stooges suspendieron su carrera ascendente. En 2003, sin James Williamson, volvieron a los escenarios y en 2007 al estudio de grabación y editaron The Weirdness (un disco tratado con rudeza por la crítica); en 2009 Ron Asheton murió de un paro cardiaco, la banda decidió continuar como Iggy & The Stooges con Williamson de vuelta y en 2013 nos ofrecen 10 canciones nuevas en un disco sin rodeos.

The Stooges nunca ha sido una banda comercialmente exitosa, es más bien una suerte de culto perverso entre ciertos círculos. No son músicos virtuosos ni compositores sobresalientes, pero tuvieron los arrestos para transitar por los caminos más ásperos del rock en una época en la que este género ya era considerado un arte.

Ready to die no rompe con esa tradición, no es un disco que cambiará el curso de la música ni pretende serlo, no recurre a malabarismos ociosos ni a maquillajes de estudio. Salvo tres canciones de ritmo lento y guitarras acústicas, las ideas musicales de Iggy y sus secuaces son las mismas que hace 40 años. En ese sentido se les puede acusar de anacronismo, pero son los Stooges y creo que nadie esperaría de ellos algo distinto.

Esta banda es uno de los pilares del punk y como tal se comporta: letras ingenuas revestidas de rudeza, nihilismo y pensamientos adolescentes, muchas guitarras y distorsión (los riffs de Williamson son de lo mejor en Ready to die, sobre todo si consideramos que durante 19 años se mantuvo alejado de la música), un sonido crudo y empastado, una base rítmica basada en la solidez y la monotonía, y la inconfundible voz de Iggy Pop. No hay más y creo que esto es suficiente para el nuevo disco de unos punks cuyo líder tiene 66 años y es uno de los mejores ejemplos de cómo sobrevivir dignamente al cliché de los excesos en el mundo del rock´n roll.