Por Omar Morales

Agustín Lara es una leyenda, un ídolo de obra vasta e irreprochable que marcó y revolucionó épocas distintas. Su peso e influencia en la música popular hispanoamericana son inconmensurables y algunos de los versos y melodías que escribió han llegado a niveles sacramentales. ¿Quién osaría lanzar una critica negativa hacia Solamente una vez o algún otro de sus clásicos? Nadie, y con justa razón. Agustín Lara fue un genio, a mi gusto, el más grande de los terrenos vernáculos que ha dado este país. La veneración es tal que, por ejemplo, conozco a varios detractores de The Beatles y a ninguno de Lara (quien esté libre de pecado que lance la primera Copla guajira). Desafortunadamente esa gran popularidad ha sobreexpuesto sus canciones, tan sólo en Itunes México aparecen más de cien versiones distintas de Piensa en mí, que van desde Valeria Lynch hasta John Passos and his Bolero Orchestra.

En 2002 con su disco homónimo, Natalia Lafourcade marcó un estilo que ha sido copiado sin pudor, en ocasiones con poca fortuna. La diferencia es que Natalia se ha enfrentado a la música con seriedad, la ha estudiado a fondo y ha logrado convertirse en una arreglista fuera de lo ordinario. Hace cinco años se aventuró a componer y producir un disco instrumental, Las 4 estaciones del amor, que resultó una muy agradable sorpresa y rompió temporalmente su relación con los esquemas pop. Por eso mis primeras reacciones ante la noticia de que preparaba un homenaje a Lara fueron de escozor y duda: ¿A quién puede interesarle la versión 125 de María Bonita a estas alturas? Pero con su disco Mujer divina, la señorita Lafourcade volvió a sorprenderme, mostró más agallas que varios rockeros que conozco… ¿Quién en su sano juicio se arriesgaría a modificar la progresión armónica de las canciones de Agustín Lara?, ¿a quién se le ocurriría alterar sus letras? A Natalia Lafourcade, y no sólo se atrevió sino que salió muy bien librada del reto. Cambió y añadió acordes, aumentó versos, sustituyó palabras y acomodó estrofas, tomó el mando del disco, se apropió las canciones e incluso sus cantantes invitados suenan distinto (algunos incluso mejor). No escatimó recursos en el trabajo armónico: ukulele, xilófono, piano, violín, contrabajo, alientos, percusiones, metales, instrumentos típicos del pop, detalles electrónicos y demás elementos en una producción de carácter artesanal. Natalia Lafourcade lleva varios años demostrando su talento, con el disco Mujer divina confirmó su valor.