Por Omar Morales

¿Cuántos regresos decepcionantes recuerdan en la historia del rock? Hay bandas que se separan y no deberían volver, sólo dejarnos con un buen recuerdo y una grata resonancia en los oídos. Pero este no es el caso, Soundgarden está de vuelta y King Animal es excepcional. Con el riesgo de emitir un juicio prematuro, porque a un disco recién parido siempre hay que dejarlo reposar, creo que es tan bueno como los ya legendarios Badmotorfinger y Superunknown. A mi parecer, desde ese par de discos de 1991 y 1994 respectivamente, Soundgarden se colocó un paso adelante de los grupos relacionados con el movimiento Grunge: Pearl Jam, Nirvana, Alice in Chains, Mudhoney, y aunque nunca ha gozado del éxito comercial desbordado de algunos de ellos (los del difunto Cobain han vendido más de 75 millones de discos, los de Vedder rondan los 60 millones y los de Cornell apenas rebasan los 20), Soundgarden logró forjar una reputación artística superior, basada en el talento individual de sus integrantes y en una imaginación musical colectiva con mejor engranaje.

Soundgarden se formó en 1984 en Seattle, editó cinco discos y anunció su separación, por diferencias creativas irreconciliables, en 1997. Los cuatro integrantes se mantuvieron musicalmente activos, destacando Chris Cornell por su labor con Audioslave y sus irregulares discos como solista, y el baterista Matt Cameron quien desde 1998 es también miembro oficial de Pearl Jam.

Hace 16 años que Soundgarden no editaba un disco de estudio y en King Animal combinaron las mejores cualidades que han fortalecido a lo largo de su carrera: potencia, precisión y búsqueda. No sólo es rock duro y distorsionado, también se dan el lujo de jugar con el ritmo y construir pasajes instrumentales de sonoridad profunda. La voz y las letras de Cornell han madurado bien; a sus 52 años Kim Thayil se confirma como uno de los grandes guitarristas en activo del rock; Ben Shepherd es uno de los bajistas menos valorados de este género y espero que su trabajo en King Animal le otorgue la admiración que merece; a Cameron lo sostiene su currículum, es baterista de dos de los grupos más relevantes de los últimos 30 años, y su talento se potencia tocando con Soundgarden.

Creo que a King Animal no le falta nada, más bien le sobran un par de tracks que no entusiasman como el resto para ser un disco que, en su contexto, raye la perfección. Arranca con un manifiesto claro y contundente, “Been away too long”, y el tramo final que recorre las canciones “Worse Dreams”, “Eyelids Mouth”y “Rowing”es un pasaje memorable en la historia del rock, alucinante. Si nos inventáramos una categoría para “mejores finales de discos de rock”, King Animal ocuparía un lugar privilegiado.