Por Omar Morales

No faltarán los críticos y fanáticos que acusen de “oportunistas y vendidos” a este quinteto de Oxford. Les reprocharán el haber cambiado los laberintos líricos y armónicos de canciones pasadas, por caminos en línea recta de grandes paisajes que han dibujado en su tercer Lp de estudio. Yo lo aplaudo y me parece un movimiento natural. Su debut fue una combinación bizarra de dos géneros en teoría opuestos: ínfulas de rock progresivo con un toque rabioso de post punk. Para el segundo ampliaron paradigmas y añadieron algo de psicodelia y new wave. El tercero, Holy Fire, es un gancho sonoro al hipotálamo.

La portada de su disco anterior coincide con su musicalidad y sugiere que fue concebido bajo el agua. Para este nuevo esfuerzo han emergido y, según sus propias palabras, se empaparon de blues y música electrónica. Holy Fire no dejar de ser un disco de composición y ejecuciones complejas para el género en el que habita, sólo es un poco más amable. Con metáforas menos brumosas, Yannis Philippakis (guitarrista, vocalista y principal compositor) supo moldear sus letras en pos de una mayor inteligibilidad y con mucha fortuna pasó de los coros crípticos a los temas universales y mundanos. Además, no escatimaron en recursos de producción.

[video:5917-https://www.youtube.com/watch?v=qJ_PMvjmC6M]

Supongo que los Foals se han convertido en la envidia de muchos grupos de su generación, ninguno de sus integrantes rebasa los treinta años y su nuevo disco fue producido por un par de titanes: Flood (Mark Ellis) y Alan Moulder. Estos hombres han trabajado, entre muchos otros, con nombres de la talla de U2, Depeche Mode, Nine Inch Nails, The Killers… Para un grupo aplaudido y respetado por su vena experimental, acercarse a los estándares del rock y el pop implica un riesgo. Holy Fire es un disco de melodías familiares con armonías poco ordinarias y arreglos intrincados, pero que a la vez emociona y se adhiere rápidamente a la memoria musical. En resumen, creo que es un gran disco de rock.