Por Omar Morales

Justin Vernon no es un artista cualquiera. Como músico ha desarrollado su carrera del lado independiente de la industria y a base de talento y tozudez logró convertirse en un gran fenómeno comercial. En cuestiones de estilo es por lo menos bipolar y en lo que a productividad respecta es hiperactivo: tiene 31 años y ha editado 15 Lp’s con distintas agrupaciones y seudónimos que recorren buena parte de la música tradicional norteamericana; ha vendido más de un millón de copias de sus discos en todo el mundo y con el segundo álbum de Bon Iver (Bon Iver, Bon Iver de 2011, un disco perfecto para la contemplación, formado por composiciones oníricas de espíritu folk que son guiadas por la inconfundible voz de Mr. Vernon) ganó el Grammy a mejor artista nuevo y mejor disco de música alternativa; y, como es evidente que este muchacho no sabe estarse quieto, para 2013 sorprende con un disco cargado de blues, soul y rock´n roll, que grabó junto a dos viejos amigos, Brian Moen en la batería y Phil Cook que va de los teclados a la guitarra de acompañamiento (Vernon se encarga de la voz y la guitarra principal), se hacen llamar The Shouting Matches y hace unos días tocaron en Coachella:

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El debut fonográfico de los Shouting Matches, Grownass Man, es un disco que hace honores a las raíces del rock: canciones relajadas, divertidas, sin falsas pretensiones ni rodeos innecesarios; escalas pentatónicas con ritmos en 4/4, líricas sin intenciones filosóficas o poéticas, distorsión de bulbos, órganos Hammond con bocinas Leslie, baterías Gretsch, guitarras y bajos Gibson SG… No hay experimentación ni arreglos rebuscados, sólo rock’n roll.

Es un disco breve y contundente de apenas 35 minutos dividido en diez canciones que muestran una de las mejores facetas de Justin Vernon. Con los Shouting Matches se olvida de su personaje melancólico y atormentado de Bon Iver, manda su característico falsete a un segundo plano y nos muestra una voz grave y rasposa que por momentos distorsiona con mucha fortuna y nos regala algunos gritos que parecía incapaz de producir.

Es un trío alejado del virtuosismo como instrumentistas que ha logrado un disco cargado de sensaciones, en una grabación cruda, con poco maquillaje que por momentos recuerda a lo mejor de su estirpe, Southern Rock hecho a base de blues, country y rock’n roll que, con las debidas precauciones que toda comparación demanda, suena a Greatful Dead, Grand Funk, Buffalo Springfield, The Allman Brothers Band, Creedence Clearwater Revival, The Eagles, Jefferson Airplane, Lynyrd Skynyrd, Tom Petty, los Black Crowes… Citando a un clásico: it’s only rock’n roll (but I like it).