Por: Omar Morales @OmarInMorales

El blues es tierra y raíz de la música popular occidental de nuestro tiempo, difícilmente alguna expresión o subgénero escapan a su influencia. Sin importar lenguas ni orígenes en el blues nos reconocemos y conmovemos. Shakira o Kanye West, Los Tigres del Norte o Miley Cyrus, los Arctic Monkeys o Adele… todos (de forma voluntaria o no) han mamado del blues.

Esta bluesificación de nuestra música puede tenerexplicaciones antropológicas y relacionarse con la teoría de que todos los humanos que habitamos el planeta estamos relacionados genéticamente con la misma madre, una africana que parió hace 200 mil años y que han bautizado como la Eva Mitocondrial. El blues es nuestro ancestro común, el inicio del árbol genealógico de la música occidental que domina las listas. Por eso al escucharlo invariablemente nos toca, nos mueve, nos sacude y despierta instintos a veces desconocidos en nuestras almas y cuerpos. Vibramos con el blues, bailamos y lloramos con su energía y herencia. Y cuando el blues vuelve a su origen, cuando es reinterpretado por su linaje directo y no por farsantes y arribistas, algo estalla en el universo…

Tinariwen – “Toumast Tincha” from Anti Records on Vimeo.

Losmúsicos, en la mayoría de los casos y situaciones, somoschillonesy quejumbrosos. Continuamente nos lamentamos por la falta de espacios y oportunidades, por el desmoronamiento de la industria, por los obstáculos y dificultades que acechan en los caminos del pop… Pero cuando comparamos nuestras historias con las de grupos como Tinariwen, fácilmente nos damos cuenta de que somos unos pusilánimes.

Sus fundadores son de sangre Tuareg, un pueblo discriminado por el gobierno de Mali que se niega a reconocerlos como ciudadanos. Desde la década de los 60 del siglo pasado los Tuareg han vivido como nómadas refugiados en Nigeria, Libia, Chad, Mauritania, Argelia e incluso en sus propias tierras. El líder de Tinariwen, el compositor, cantante y guitarrista Ibrahin Ag Alhabib, fue testigo del asesinato de su padre cuando apenas tenía cuatro años. A principios de los ochenta, mientras vivía en un campamento de refugiados Tuareg en Libia, conoció a Abdallah Ag Alhousseyni y a Alhassane Ag Touhami, y fundaron Tinariwen (que en lenguaTamasheqsignifica “Los chicos del desierto”). Durante esa década se dedicaron a tocar en fiestas populares por todo Argelia, pero en mayo de 1990 estalló la segunda revolución Tuareg y tomaron armas para luchar por la libertad y legitimidad de su pueblo.

Sobrevivieron y refundaron el grupo con tres integrantes más, Eyadou Ag Leche, Elaga Ag Hamid y Said Ag Ayad. Grabaron y distribuyeron su música en casetes que llegaron a oídos occidentales y su nombre comenzó a ganar reputación. En 2001 editaron su primer CD, The Radio Tisdas Sessions, y el año pasado se llevaron el Grammy a mejor disco de World Music por su quinto Lp Tassili (grabado al aire libre en el desierto de Argelia con Kyp Malone y Tunde Adebimpe de TV on the Radio y Nels Cline de Wilco como invitados).

Tinariwen acaba de lanzar a la venta el sexto disco de su compleja carrera, Emmaar, que por los conflictos políticos y sociales que se viven en el norte de África tuvieron que grabar por primera vez lejos de esas tierras. La violencia los obligó a migrar, pero buscaron un ambiente que no les fuera desconocido. Desierto por desierto,improvisaron un estudio en la zona del Parque Nacional de Joshua Tree en California. Instrumentos, micrófonos y grabadoras en una vieja casa, sesiones en vivo con todos los músicos tocando en una misma habitación, sin barreras acústicas bajo el mando del productor Patrick Votan. En esta ocasión los invitados son Josh Klinghoffer de los Red Hot Chili Peppers, Matt Sweeney (Chavez, Bonnie Prince Billy, Cat Power, etc…), el virtuoso Fats Kaplin y el poeta Saul Williams.

Quizá tenga que ver con la locación de su estudio improvisado o con el cúmulo de influencias que han escuchado en sus giras internacionales o con la vuelta al origen de la Eva Mitocondrial, el caso es queEmmaar es el disco más occidental de Tinariwen. Al escucharlo se reconocen los ritmos frenéticos que Santana tomó prestados de los africanos para su primer Lp, la hipnosis melódica que Miles Davis utilizó en Bitches Brew, las fórmulas percutivas del Dr. Dre…

Choro aparte,Emmaar es una obra que incluso sólo por curiosidad universal deberían escuchar. Es el retrato musical de una verdadera lucha, es Blues universal. Mis favoritas: Arhegh Danagh, ImidiwanAhi Sigdim y Aghregh Medin.