Por: Omar Morales @OmarInMorales

En los medios de información sobran jueces y verdugos, voces y plumas que se alimentan de sentencias gratuitas y ligeras: “El rock ha muerto” han gritado muchos, “La industria musical está al borde del colapso” vociferan otros, “Muy pronto los libros en papel y los discos compactos desaparecerán“, afirman quienes probablemente ni los leen ni los escuchan.

Afortunadamente la realidad y sus expresiones culturales simbióticas se encargan cada tanto de mostrar lo ridículas que resultan esas afirmaciones tan rígidas, necias e inútiles, y una rubia estadounidense de apenas 24 años nos ha tapado la boca a muchos con sus logros comerciales y su popularidad desbordada. Dos ejemplos: en apenas ocho años ha editado seis Lp’s de estudio de los que ha vendido poco más de 30 millones de copias y el video del primer sencillo de su nuevo disco roza las 230 millones de vistas en Youtube a 10 semanas de haber sido publicado. No se engañen, la nueva reina del pop se apellida Swift…

Taylor Swift lanzó a la venta su primer disco en octubre de 2006, pero la verdad es que yo no le puse atención hasta diciembre de 2012 cuando en un viaje familiar post Nochebuena tuve como copiloto a una sobrina de 11 años que vive en California. Apenas se subió al coche, esa pequeña de ojos enormes y voz atiplada me preguntó emocionada si podía escuchar el disco que acababan de regalarle. Tengo fama de duro pero no pude negarme a una petición como esa en época navideña, así que durante las siguientes dos horas escuché sin interrupciones las 22 canciones de la edición de lujo del disco Red y al llegar a nuestro destino ya podía cantar con ella el pegajoso coro de We are never ever getting back together¿Por qué te gusta tanto esta chica?, pregunté azorado por su entusiasmo y mi sobrina se limitó a responder, “pues porque Tay siente lo mismo que yo y además ella tiene el valor de cantarlo“. Sospecha confirmada, la señorita Swift encarna la esencia del pop.

Yo estoy lejos de ser un fanático enardecido de su labor musical, pero reconozco sin pudor sus grandes cualidades y capacidades como intérprete y compositora. Lograr que millones de personas de distintos contextos sociales se conmuevan con tus canciones y las canten emocionados es un don estético y de comunicación que muy pocos han recibido. Taylor Swift es una artista ambiciosa e inteligente dispuesta a sacudir y potenciar la industria musical y ya entendió que con el country se pueden conquistar millones de parcelas en suelo estadounidense pero con el pop se domina el mundo (del entretenimiento, claro, tampoco exageremos). Así que se alació el pelo, se mudó a Nueva York y cambió las botas vaqueras, los jeans y faldas bucólicas por ropa de diseñador.

El nuevo disco de Taylor Swift ya aseguró un lugar entre los más exitosos de la segunda década del siglo XXI y a una semana de su lanzamiento se convirtió en su tercer disco consecutivo en rebasar el millón de copias vendidas en tan sólo siete días. La canción más exitosa de su carrera (esa que aprendí con mi sobrina) la grabó con ayuda de un par de Reyes Midas del pop, Max Martin y Shellback, a quienes contrató para que escribieran con ella y produjeran la mayor parte de las canciones de 1989, las demás quedaron en manos de productores de calibre similar por lo que se entiende que este disco sea un catalizador de las fórmulas pop que han dominado el mercado desde hace 15 años.

Taylor Swift es una virtuosa creadora de melodías pegajosas y coros memorables, sus letras pueden parecernos en exceso livianas pero sintonizan con las sensaciones y preocupaciones de nosotros los mortales: relaciones humanas, inseguridades, el amor y sus derivados en la cotidianidad. Además su fórmula narrativa en primera persona, con palabras sencillas y estilo desenfadado, ayuda a que la mayoría entienda la historia a primera oída. La estructura de sus canciones es sencilla y directa, privilegiando el mensaje y evitando rodeos armónicos innecesarios para sus intenciones. Pop clásico y efectivo.

Para este disco la señorita Swift afinó el lápiz, cambió las guitarras por sintetizadores, la batería por cajas de ritmo, percusiones electrónicas y secuenciadores, y en 1989 podemos escuchar sus peculiares composiciones arropadas por elementos musicales que remiten a Daft Punk, Katy Perry, Lana del Rey, Maroon 5, Pink, Lilly Allen, Adele y demás bombas mediáticas que puedan recordar. 1989 es un disco de fórmula, by the book, cuya producción impoluta resulta envidiable e irreprochable. Pop perfecto (y por lo tanto aburrido en algunos tramos).

Disfruto mucho del pop, aunque más del tipo Kimbra que Swift, es un género que por su ligereza nos acompaña y entretiene a sus espectadores sin muchas demandas. Cumple las funciones de una teleserie, un blockbuster veraniego o una rebanada de pay de queso. Mis favoritas de 1989: Style, Shake it off yWildest dreams.