¿Te imaginas salir a pasear por la Alameda Central y encontrarte con fuentes repletas de sidra? Así le pasó a lxs capitalinxs que salieron a dar la vuelta y se toparon con esta singular escena en un día cualquiera a mediados del siglo XIX.

Este curioso capítulo de la historia de nuestro país fue protagonizado nada más ni nada menos que por Antonio López de Santa Anna. El 11 veces presidente es una de las figuras más polémicas de las primeras décadas del México independiente.

Su actitud de grandeza lo llevó a actuar de forma impulsiva y extravagante. Por ejemplo, durante la famosa Guerra de los Pasteles (1838-1839) perdió una pierna, por lo que decidió organizarle un enorme funeral con ceremonia religiosa, entierro y todo.

Otra de las cosas que llama la atención acerca de su particular comportamiento fue su deseo de ser llamado ‘Su Alteza Serenísima’ al autodenominarse dictador en 1853.

Sin duda, Santa Anna no es uno de los personajes históricos preferidos por los mexicanos. Incluso ha sido representado como un villano tras haber perdido gran parte del territorio del país como consecuencia de la Invasión Estadounidense (1846-1848).

Sin embargo, la anécdota de la cual hablaremos hoy hizo que por un efímero momento los chilangos gozaran de su presencia al gritar ‘¡Salud!’.

Te podría interesar: Ligue en la Alameda Central: así hacían match en el siglo XX

Había una vez fuentes de sidra adornando la Alameda Central…

Previo a la derrota absoluta de la Guerra México-Estados Unidos, el ejército mexicano emprendió múltiples batallas que intentaban frenar los avances de los vecinos del norte. Lamentablemente, muchos de estos enfrentamientos los terminamos perdiendo.

No obstante, en alguna ocasión la suerte estuvo de nuestro lado (1846). Santa Anna, que estaba al frente de las tropas nacionales, decidió festejar el triunfo de una forma un tanto excéntrica.Ordenó que las fuentes de las cuatro esquinas de la Alameda Central se llenaran de sidra, casi a modo de una enorme copa.

La banda chilanga, lejos de indignarse por el despilfarro de dinero, se dedicó a brindar y beber en el parque público. La ciudad se transformó en una enorme fiesta que terminó con más de una persona tirada en las calles de la capital.

Algunxs argumentan que no se trataba de esta bebida espumosa, sino de un rico ponche. Lo que es seguro es que la gente disfrutó del peculiar gesto de quien más adelante se volvería una figura no bien recibida en México.

Así fue la inusual celebración que convirtió las fuentes de la Alameda Central en piscinas de sidra que por un breve instante alegraron a lxs capitalinxs.

Checa también: Recorrido por la Alameda del Sur ayer y hoy