La Casa de los Azulejos es uno de los edificios más hermosos del Centro Histórico de la CDMX y posee una rica historia que pocos conocen. Es imposible no maravillarse con la belleza de su fachada completamente cubierta de azulejos de talavera traídos desde Puebla. Sin embargo, este lugar no siempre fue así.

El surgimiento de la envidiable mansión

Con la llegada de la época colonial, el terreno que ocupa el famoso edificio hoy pasó por diferentes propietarios. Cada uno le fue sumando elementos y piezas distintas a la construcción.

Probablemente sus dueños más famosos fueron Doña Graciana Suárez Peredo y Don Luis de Vivero, los Condes del Valle de Orizaba. Se estima que esta distinguida y adinerada familia adquirió el inmueble en el siglo XVII.

El hijo de los Condes era una persona que disfrutaba mostrar su riqueza, por lo que malgastaba su dinero de forma regular. Su padre ya estaba cansado de la actitud de su heredero, por lo que le exigió que fuera un poco más responsable. “Hijo, nunca irás lejos, ni harás casa de azulejos”, argumentó.ç

El hijo entendió que debía cambiar y para demostrarlo mandó a tapizar el exterior de la gran mansión con azulejos de talavera poblana. Fue así que la famosa ‘Casa de los Azulejos’ surgió en el siglo XVIII. Se dice que, en esa misma remodelación, decidieron mandar a traer los barandales para la residencia desde el continente asiático.

Otras fuentes aseguran que la peculiar decoración no fue idea del hijo de Doña Graciana y Don Luis, sino de otro de sus descendientes que nació tiempo después. Además, se cree que posiblemente el joven optó por no usar la riqueza de su familia para acabar su ambicioso proyecto, por lo que trabajó para obtener los recursos.

Checa también: Las 5 cafeterías con más historia de la CDMX

Las transformaciones de la Casa de los Azulejos

A finales del siglo XIX, el lugar cambió de dueño y se convirtió en sede de uno de los clubs más exclusivos de la ciudad: el Jockey Club. Aquí solo las personas más distinguidas, pertenecientes a la élite capitalina, podían ingresar y disfrutar de los salones de juego.

Los lujos acabaron con la llegada de la Revolución Mexicana. Durante la lucha social, Venustiano Carranza le entregó este espacio a los trabajadores y se convirtió en la Casa del Obrero Mundial. Sin embargo, la organización se disolvió tan solo un año después de su creación por diferencias entre sus miembros.

Su última trasformación llegó en 1919, cuando un par de hermanos norteamericanos rentaron el recinto para usarlo como droguería y restaurante. Su negocio ganó gran popularidad y se extendió a más rincones del país. Para finales del siglo XX, los extranjeros ya habían comprado el inmueble.

En 1925, una última pieza de gran valor fue instalada en el edificio. José Clemente Orozco fue convocado por los entonces propietarios para crear un mural en las paredes. Él aceptó y comenzó a pintar la obra ‘Omnisciencia’ en el cubo de una escalera.

Hoy en día, la gente sigue visitando el histórico edificio para gozar de un delicioso desayuno o para tomar un rico cafecito por la tarde. Si aún no lo conoces, tienes que lanzarte lo antes posible. La Casa de los Azulejos es un punto obligado de la ciudad que todo chilango debe visitar por lo menos una vez en la vida.

No te vayas sin antes echarle un ojito a: La historia que no sabías de estas casas antiguas de la Colonia Roma