En el intrigante mundo del cine de terror, pocos títulos han logrado lo que la icónica película El Exorcista de 1973. Dirigida magistralmente por el visionario director William Friedkin, esta cinta causó un auténtico pandemonio a nivel global cuando se estrenó. La historia de una niña poseída por un demonio y los intentos desesperados de un sacerdote por salvarla se convirtió en un hito del cine.
Pero la verdadera magia de El Exorcista no estaba sólo en su guión o dirección. Lo que la hizo verdaderamente aterradora fue la reacción del público y la controversia que la rodeó. Cuando se estrenó el 26 de diciembre de 1973, las salas de cine se llenaron de gente atraída por la promesa de terror extremo. En algunos lugares de Estados Unidos se decía que las personas se desmayaban, vomitaban o abandonaban la sala aterrorizadas.
Además, surgieron numerosas leyendas urbanas relacionadas con la película. Se decía que el rodaje estaba maldito, que un incendio destruyó el set y que incluso se emplearon exorcistas reales en la producción para alejar cualquier mal. Todo esto sólo añadió al mito y la fascinación en torno a El Exorcista.
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Los chilangos no resistieron hasta el estreno para ver El Exorcista
El estreno oficial en México tuvo lugar hasta diciembre de 1974, pero la expectación ya había alcanzado su punto máximo desde agosto del mismo año. Mientras el mundo estaba con los pelos de punta por la película del demonio más famoso del cine, los chilangos se las ingeniaban para verla antes de su llegada a las salas de cine, ¡aunque fuera en modo pirata! Y es que, como dicen por ahí, “si me lo prohíben, yo lo veo”. Típico chilango, ya saben.
Los rumores corrían como reguero de pólvora, y la colonia del Valle se convirtió en el epicentro de una verdadera locura cinematográfica.
En aquel entonces, un departamento en la avenida Colonia del Valle, específicamente en el edificio número 603, se convirtió en el escenario de esta saga infernal. La denuncia de un horrible crimen resonó en las calles. Gritos, profanaciones, carcajadas demoníacas y ruidos sobrenaturales brotaban de aquel lugar que decían estaba maldito. ¿La causa? La proyección clandestina de El Exorcista.
Aquel departamento se convirtió en el refugio para los impacientes cinéfilos que estaban ansiosos por enfrentarse al mal encarnado en la pantalla.
El precio de la entrada a esta sala cinematográfica improvisada, ubicada en la Agencia de Modelos Irina, propiedad de la emigrante soviética Irina Dararoff Brucen, era de 70 pesos, de acuerdo con información del reportero Jorge Coca de El Universal, en aquel entonces.
Una televisión de 17 pulgadas era el portal hacia el horror que todos estaban dispuestos a atravesar. Sin embargo, la diversión terminó cuando un funcionario de la delegación, acompañado de un notario público, llegó al lugar para clausurar el departamento y confiscar el videocassette que contenía la película prohibida. La caza del demonio había comenzado, y la evidencia quedó en manos de las autoridades, según nos contó Nayeli Reyes, reportera de El Universal que recuperó los archivos publicados en 1974.
La leyenda urbana de que El exorcista causaba shocks, como en California, donde se decía que las personas se desmayaban y quedaban postradas por largos periodos, solo aumentaba la emoción en torno a la película. En algunos estados, incluso se prohibió la entrada a menores de 17 años, alimentando aún más la fascinación por lo prohibido.
Finalmente, el tan esperado estreno oficial de El Exorcista en México tuvo lugar el 19 de diciembre de 1974, un año después de su llegada a los cines de Estados Unidos y con algunas escenas censuradas. Las entradas se cotizaban en promedio a 15 pesos, pero se reportaron casos de boletos en reventa por hasta mil pesos. La ciudad estaba en un estado de delirio demencial de afluencia, aunque los desmayos masivos no se produjeron como se esperaba. ¡Sí, los chilangos resultaron más valientes que los gringos! por lo que se puso en duda si todo era parte de una estrategia publicitaria.
Hubo bastante oposición para que la película se estrenara, y es por eso que muchos optaron por verla de manera clandestina, como si estuvieran invocando al mismísimo Satán en el cine.
Nos fuimos a dar un rol por la colonia del Valle, específicamente en el edificio número 603, justo ahí donde se proyectó la película clandestinamente —y sin censura— antes de su llegada oficial a las salas de cine de México. El edificio de arquitectura antigua no guarda huella de aquellos hechos, los vecinos desconocen lo sucedido, y los habitantes no se imaginan que ahí, El Exorcista, llegó por primera vez para atormentar las mentes de más de un chilango por su ferviente deseo de verla antes que nadie.
Con información de El Universal.
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