Si has visitado la parte central de Ciudad Universitaria, al sur de nuestra capital, seguramente habrás pasado frente al icónico mural del Estadio Olímpico Universitario. Esta pieza, que convive armoniosamente con el suelo volcánico y con la arquitectura del campus, fue realizada bajo la batuta de Diego Rivera en los años cincuenta y esconde una interesante historia sobre su proyección.

Para que conozcas más acerca de esta joya artística de nuestro país, aquí te contamos todos los detalles de su diseño y de las diferencias creativas que estuvieron en juego durante su proceso de elaboración.

Así crearon el mural del Estadio Olímpico

Corría el año de 1952 cuando los arquitectos Augusto Pérez Palacios, Jorge Bravo Jiménez y Raúl Salinas Moro concluyeron las labores de construcción del Estadio Olímpico Universitario. Este recinto, que más tarde obtendría el título de Patrimonio Cultural de la Humanidad, contaba con los mejores adelantos tecnológicos de la época y albergó eventos deportivos de talla internacional desde sus primeros años.

Con el fin de ornamentar la parte exterior del recinto, los arquitectos decidieron colocar un mural de amplias dimensiones en sus taludes. Para ello contemplaron a importantes artistas de la época, tales como Luis Ortiz Monasterio y David Alfaro Siqueiros. Sin embargo, la obra terminó en manos de Diego Rivera, quien ofrecía un proyecto acorde con el presupuesto y mantenía un vínculo de amistad con Pérez Palacios.

Fue así como proyectó el mural La Universidad, la familia y el deporte en México, una obra de alto relieve elaborado con numerosas piedras de colores que garantizarían la vivacidad de la pieza a través de los años.

La parte central del mural muestra al fondo un ave bicéfala, compuesta por un águila y un cóndor. Al igual que el escudo de la UNAM. Frente a sus alas abiertas se encuentra una familia, compuesta por un padre español y una madre indígena; entre ellos se ubica una pequeña niña mestiza, que sostiene en sus manos una paloma como símbolo de paz.

A los costados de esta imagen, dos deportistas encienden la antorcha olímpica, mientras que a sus pies deambula el dios Quetzalcóatl, adornado con múltiples mazorcas. Durante su hechura e instalación, participaron cerca de 70 obreros, canteros y albañiles, así como una docena de pintores y arquitectos.

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Problemas en el diseño para una obra inconclusa

Aunque se trata de una impresionante propuesta visual, a la que el propio Diego Rivera consideraba su obra más importante hasta el momento, lo cierto es que quedó sin concluir tras la muerte del artista.

En efecto, Rivera originalmente buscaba narrar la relación de México con el deporte desde los tiempos prehispánicos; como conocedor de las culturas originarias, tenía la intención de representar a lo largo del muro exterior diversas actividades, como el ancestral juego de pelota, entre otros motivos de alusión deportiva.

Si bien el proyecto quedó inconcluso cuando el artista murió en 1957, lo cierto es que contó con el tiempo suficiente para llevar a término su obra. Entonces, ¿por qué razón no pudo llegar a término? Al parecer, fueron “cuestiones administrativas y políticas” las que estuvieron detrás del destino del mural.

De acuerdo con la información rescatada por Gaceta UNAM, el arquitecto Enrique del Moral (quien sustituyó a Carlos Lazo en la sección de proyectos de Ciudad Universitaria), señaló que el mural rompería con la armonía del estadio. Esto generó roces con Rivera y, paulatinamente, fueron disminuyendo los recursos para la conclusión de la obra.

Aunque jamás conocimos todo el esplendor de esta obra, este mural del Estadio Olímpico continúa fungiendo como puerta de entrada para todas las personas que visitan Ciudad Universitaria y que buscan tanto recreación como deporte.

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