Esta es la historia de un sueño musical adolescente. Vivimos una época de abundantes nieblas, al vértigo le está gustando la cotidianidad y la incertidumbre no tiene para cuándo marcharse (pero no sólo en México, porque lo verdaderamente global en este mundo son las desgracias). Remedio quizá no haya, pero sí remansos. Entre las ineludibles realidades del #Yamecansé local y el #ICantBreathe de nuestros vecinos, no sobran las pausas ni las bocanadas de un aire menos contaminado, las historias de anhelos cumplidos. Porque para esto sirven el arte y sus múltiples expresiones, para recordarnos que con todo lo nocivos y malsanos que podemos ser, los humanos servimos para algo.

Carlos Sama, Hari, es uno de esos especímenes útiles que caminan por el escenario al borde de los reflectores. Un artista de imaginación inquieta que escribe, produce y dirige cine y campañas publicitarias, que se dedica también a la promoción teatral y gastronómica y que además tiene una banda de rock. A principios de los años noventa formó un cuarteto de estética musical oscura y violenta que bautizó como La muerte de Eurídice y justo en ese pasado veinteañero es donde empieza la historia de este sueño.

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Hari: Tengo muy marcada en la memoria la escena en que Javier y yo le entregamos un casete con nuestra música a Saúl Hernández y le preguntamos si habría chance de tocar con ellos. No recuerdo la fecha exacta del nacimiento del grupo, pero hace dos años viajé a Monterrey para la promoción de mi segunda película y por casualidad me encontré a Saúl, platicamos un rato y fue él quien se acordó que La Muerte de Eurídice le abrió un concierto a Caifanes en Rockotitlán en diciembre del 91, así que calculo que habremos ensayado por primera vez en otoño del 90.

Hari se reconoce y asume como rockero, fanático desde la infancia y practicante en la adolescencia. Su buen oficio lo llevó a convertirse en un respetado cineasta, pero las raíces rompen hasta banquetas. Ha sido el responsable de múltiples campañas publicitarias, la más fastuosa quizá es la que filmó para las fuerzas armadas de Singapur. Ha escrito, producido y dirigido tres largometrajes: Sin Ton ni Sonia (2003, Premio del Público en el Festival de Guadalajara), El sueño de Lú (2012, Úrsula Pruneda ganó los premios a mejor actriz en los festivales de Málaga, Shanghai y en los Arieles mexicanos), y Despertar el polvo (2013, que se estrenará en febrero de 2015 con distribución de Cine Tonalá y ganó el Premio a la mejor película en el Festival de la Riviera Maya).

Hari: Yo era y sigo siendo fan de Caifanes, son parte fundamental de mis recuerdos de adolescencia. El hermano de Javier, José, era el bajista de Bon y los Enemigos del Silencio y para nosotros esos eran los dos grupos de rock más importantes en México, Caifanes en el lado oscuro y Bon en el fresa. Nosotros compusimos nuestras rolas, ensayamos, José Areán nos presentó con El Oso quien aceptó ser nuestro mánager, él ya trabajaba con Caifanes, Bon y Fobia, y durante los dos años que duró La Muerte de Eurídice tocamos mucho con esa primera versión de Fobia, la de Gabriel Kuri en la batería. Nuestro grupo no terminó por alguna razón específica, simplemente éramos cuatro jóvenes desorientados buscándose la vida, adolescentes con dolor, timidez, pánico y ansiedad por entregarnos a otras cosas…

Carlos Sama se encargaba de los teclados y coros en La Muerte de Eurídice, Javier Areán tocaba el bajo y llevaba la voz principal, Charly (se perdieron la pista y Hari no recuerda su apellido) era el baterista, y Mariano Aguirre (respetado músico en el circuito clásico neoyorquino) el guitarrista. El primero en dejar el grupo fue Hari, estudió un par de años en la Nacional de Música y después se inscribió al Centro de Capacitación Cinematográfica. Javier y Mariano también pasaron por la Nacional y cada uno a su tiempo se mudó a Nueva York, Javier para convertirse en un admirado artista plástico y Mariano en un respetado músico del circuito clásico estadounidense. Charly es dj y percusionista. Como ya dije, las raíces rompen banquetas y a Hari le pasó lo que a Hugh Laurie, hombres maduros con el deseo frustrado de entregarse a la música, compartirla en escenarios y plasmarla en discos. Laurie lleva dos discos de blues, Hari va por el primero de rock y una vez más los Caifanes están involucrados.

Hari: Mi autocensura castigadora por no haberme dedicado al rock llegó al grado de alejarme por completo de la escena, me distancié de los discos, los grupos y los conciertos, no quería saber nada del rock mexicano y reconozco que tardé mucho en aceptar mi arrepentimiento por no seguir ese camino. Pero gracias a mi pareja actual que es muy de conciertos y trabajaba hasta hace poco en la industria musical, en 2012 fuimos al Festival por Wirikuta en el Foro Sol y ahí tuve una suerte de epifanía, yo llevaba más de 20 años sin ver a los Caifanes y de pronto escuché las canciones con las que yo crecí pero con la energía generada por 70 mil personas cantándolas y en ese momento decidí que tenía que volver a tocar. Así pasó, tal cual. No he tenido la oportunidad de agradecerle una vez más a Saúl, de decirle lo que significó para mí ese desplante energético que me llevó a preguntarme por qué dejé de tocar, por qué tenemos prohibido hacer lo que se nos dé la gana a la edad que sea, y que me ayudó a enfrentar a ese super Yo que me decía “eres cineasta, dedícate a eso, ya está viejo, déjate de mamadas”. Y no, no me dejé de mamadas y al día siguiente le hablé a Javier y volvimos a formar el grupo.