El albur no son sólo peladeces. Hay mucho detrás de este juego verbal de marcadísima connotación sexual. Los chilangos nos pintamos solos para ser ingeniosos con el lenguaje.

Si creen que este tema es sólo para nacos o pelados, están equivocados. El propio Octavio Paz escribió acerca del albur: “es el combate verbal hecho de alusiones obscenas y de doble sentido, que tanto se practica en la Ciudad de México”. No es lo mismo la papaya tapatía, que, tía, tápate la papaya.

Carlos Monsiváis, uno de los máximos cronistas e intelectuales chilangos, también le dedicó tiempo y muchas páginas a este fenómeno verbal, para él, “el albur es la escuela esotérica de iniciación a la sexualidad (los chistes de Pepito, la primera educación a domicilio) y la pornografía nómada”.

Pero también “el albur fue respiradero verbal de los reprimidos sexuales (todos) y chiste ventajoso que reafirmaba a quien lo reproducía y a quien lo comprendía rápidamente (…). Es un juego inconsciente de la homosexualidad“. Sólo juegan a ver quién es el pasivo.

En este día del albur no está demás darles una explicación más teórica y si quieren aprender en la práctica, les dejamos esto.

Albures de emergencia.