SlangStorm, la publicidad en 100 palabras

¿De qué va el libro? “Es un compendio de ‘conceptos’ que conforman el arduo trabajo diario de estos guerreros de la publicidad, quienes desafían las leyes de la lógica y la física para descifrar briefs, realizar propuestas, diseñar conceptos y pagar la renta – todo en ese orden –. Por ello, describen en palabras coloquiales (o sea, comunes, que las entiende hasta mi suegra que no sabe ni decir bien ‘agüernez’) con ilustraciones dignas de ganar el premio Will Eisner, el Abierto Mexicano del Diseño o, ya de perdida, unos vales de despensa.”

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SlangStorm, la publicidad en 100 palabras (o “Cómo es que aprendí a reír en lugar de llorar”) cuenta con 5 mil ejemplares, los cuales ya están a la venta en Librería Porrúa, MercadoLibre y otros, a sólo 199 varitos.

Bungalow 77 de Erick de Kerpel

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Sinopsis: André Gavlik, el Ruso, es el director creativo de la red de agencias de publicidad Rochsmond RCG y enfrenta el reto más grande de su vida: generar una campaña de publicidad para posicionar positivamente al mayor capo del narcotráfico de la región: el Pinto.

Aquello que parecía sencillo va transformándose en una comedia de equivocaciones que de la manera más hilarante dejará a los personajes victimizados y vejados más que por el narcotráfico, por sus más acendrados miedos e incapacidades.

Ese príncipe que fui de Jordi Soler

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Sinopsis: Ésta es la crónica de la estirpe del último emperador azteca. O bien es el relato de un monumental engaño urdido por un pícaro del siglo XXI. Tal vez es las dos cosas al mismo tiempo, ya que la Historia ofrece a menudo las suficientes grietas como para que por ellas se filtre la invención.

En el siglo XVI, una hija de Moctezuma es raptada por un noble español que la lleva hasta un pueblo remoto del Pirineo. Allí nacerá un niño, origen de una enloquecida familia vinculada a un tesoro que, según cuenta la leyenda, fue enterrado por la princesa en tierras catalanas. La búsqueda de ese tesoro conduce al narrador hasta un personaje inverosímil, Kiko Grau, quien, aprovechando su condición de heredero del imperio azteca, se introduce en la alta burguesía de Barcelona. Entre el delirio, la picaresca y la responsabilidad histórica que le impone su origen, Su Alteza Imperial triunfa en la España franquista estafando a todos aquellos que anhelan añadir a su nombre un título nobiliario que los avale socialmente. Por absurdo que sea el título. Por falso que sea el reconocimiento que conlleve.