Pasaron de querer ser los “amos del universo” a ser los amos de casa del siglo XXI. Ya sea por necesidad o gusto, los hombres cada vez se encargan más de los hijos y las labores del hogar mientras sus esposas salen a trabajar.

Por Gabriela Gutiérrez M.

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Amos de casa

Alejandro Calvo despierta cuando la luz del sol aún no traspasa las cortinas de su habitación. Con los ojos todavía entrecerrados prepara una mamila para Carlos, su hijo de cuatro meses, luego le cambia el pañal y lo arrulla intentando que se vuelva a dormir. Entonces es hora de Camila, su hija de casi tres años; la levanta, la baña y le prepara el desayuno. Para cuando termina, el bebé otra vez está despierto. Sube a ambos al auto para llevar a Camila a la guardería y regresa a casa con el bebé. La mayor parte del día se le irá entre mamilas, cargas de ropa en la lavadora, tratar de arreglar la casa y, si da tiempo, buscar trabajo en internet mandando por mail su currículum. Recoge a su hija a las tres de la tarde y, unas horas después, alrededor de las seis, regresará su esposa del trabajo, cansada y estresada. Verá la casa en desorden y le preguntará: “¿Qué hiciste todo el día?”. A muchos, la escena les suena familiar, aunque los personajes parezcan alrevesados.

No es un error: son los “amos de casa”, una tendencia que en la última década va al alza. En 2010, según el Consejo Nacional de Población (Conapo), había 1.6 millones de hogares en México conformados por parejas en las que la mujer es la jefa de familia. Prácticamente el doble de los registrados en 1990. Los “amos de casa”, ya sea por acuerdo de la pareja u obligados por el desempleo, son una tendencia global. Incluso en diferentes países están organizados, por ejemplo, en la Red Nacional de Papás en Casa, en Estados Unidos; la Asociación de Hombres Amos de Casa, enItalia, o la Asociación de Amas de Casa y Consumidores, en España. Sin embargo, la cultura mexicana todavía está lejos de estos países. «México sigue siendo patriarcal», asegura Mauro Vargas, director de la organización Gendes, que estudia y busca equilibrar los roles de género. Flor, la esposa de Alejandro, es gerente de una empresa alemana, en la zona de Copilco, para la que trabaja desde hace una década. Es sobreviviente de los recortes de personal y las reestructuraciones.

Le gusta trabajar y no se puede imaginar de ama de casa. «Creo que si los papeles estuvieran al revés, no podría con el estrés de cargar con la casa y cuidar a los niños –reconoce–. Alex es mucho más paciente que yo». Aunque los imprevistos económicos a veces parecen ponerse de acuerdo para aparecer todos al mismo tiempo, a Flor no le molesta hacerse cargo de ellos. No obstante, Alejandro dice que sigue sin terminar de acostumbrarse: «Si se meantoja algo, como unos zapatos o un pantalón, no le digo. Prefi ero quedarme con las ganas». «Siempre que me pide dinero para algo, me dice ‘¿me prestas?’. Sé que es así, cuando encuentre trabajo, él volverá a hacerse cargo, mientras tanto, no me pesa hacerlo», dice Flor.

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