El proyecto Casa Xochiquetzal es un albergue que se creó en 2006. Ahí, viven trabajadoras sexuales de la tercera edad que solían vivir en la calle, sin familia y sin nada. Ubicada en la calle Torres Quintero número 14 en el Centro Histórico.

Esta casa tiene decenas de historias y una reportera avecindada desde hace muchos años en chilangolandia, Amanda de la Rosa, en conjunto con un fotógrafo que vive en Londres, de nombre Malcolm Venville, hicieron un libro sobre estas mujeres y esta casa, llamado “The Women Of Casa X”.

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Charlamos con Amanda de la Rosa y nos contó más sobre esta publicación.

¿Cómo surgió este proyecto?

Estuve como un año trabajando con las señoras de Casa Xochiquetzal, estuve con ellas, escribí sus historias, estuve mucho tiempo con ellas y luego les hice dos preguntas, cuéntame de tu vida y qué opinas de tus hombres, de ahí salieron las historias de las señoras.

¿Y las fotos?

Malcolm vino a México y las retrató, pero el día de la mera sesión les dijo que se desnudaran y ellas aceptaron, finalmente una editorial holandesa lo acaba de publicar, está a la venta en Amazon, en Europa y Estados Unidos, en México no, pero lo puedes pedir. Ha tenido buena crítica en Inglaterra, tengo muchas ganas de compartirlo

¿Donarás dinero para la Casa Xochiquetzal?

Las señoras pidieron desde antes de hacer el proyecto que les ayudáramos con varias cosas en especie, el donativo se les hizo desde antes del proyecto, mandaron una lista de cosas que les hacía falta y nosotros les ayudamos.

¿Este libro se presentará en México?

No hay planes para presentarlo en México, el proyecto fue hecho aquí pero no está pensando para publicarse aquí por el momento.

A continuación, reproducimos un fragmento del libro con autorización de la autora.

Guadalupe Andrade, 80 o 90 años

Si un hombre te conviene y quieres casarte, es una cosa, pero si va a ser tu amante, es otra muy distinta. Primero te tienes que dar a querer: lo apapachas, le das besitos, le dices que lo quieres, pero no aflojas. El cabrón tiene que sufrir antes de que le des algo. Si quiere estar contigo, va a hacer lo que le digas y sólo aflojas cuando tienes algo en la mano. Los hombres son mentirosos, a veces te bajan las estrellas sólo para burlarse de ti. Si eres tonta, te ocupan, te botan y ya te amolaste, pero si eres viva, dices que no… Eso lo supe desde chamaca.

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México estaba en guerra. Mi papá era soldado y mi mamá andaba con él. En una calle de la Ciudad de México, mi papá cortó el ombligo y sacó a la criatura, o sea, yo. Nunca fui noble, jamás me gustó que me ordenaran y una noche, mi papá me pegó porque yo hacía lo que se me daba la gana. Me acosté en el suelo, pero me quedé despierta “canijo viejo, va a ver”. Cuando estaban dormidos, que me salgo sin nada, ni zapatos traía y nunca volví a ver a mis papás. Caminé hasta el centro, llore y llore de coraje. Me encontré con una barrendera “oye, ¿no sabes de un trabajo de gatita?” Me llevó con una señora a la que le dije “mi mamá está muy enferma, necesito trabajar”, mentirosa, ¿verdad? Me aceptó de criadita, pero al poco tiempo me cambié de trabajo porque quería más dinerito.

El primer hombre con el que estuve fue un novio que me dijo “gano mis centavos y les doy a mis papás, pero me alcanza para tenerte a ti también. Quiero que nos casemos”, “¿quién te dijo que me quiero casar? El día que tenga un hombre, es porque yo voy a mandar. Si quieres estar conmigo, te apuras a trabajar”. Andaba detrás de mí, me daba todo lo que ganaba, porque sabía que si no, me iba. Me buscaba y yo le decía “¿por qué hasta ahorita?”, “tuve que ir a otra parte”, “no te hagas pendejo”, “¡te juro que no me fui con ninguna mujer!”, “ya me enteré de todo, ¡lárgate!”… claro que no era cierto, yo sólo lo hacía para ver si caía. Se quedaba 5 días enojado, pensando que iba a buscarlo y ¡tenga! No lo buscaba y él corría de vuelta “no puedo estar sin ti”, “esa es cuestión tuya, yo no quiero nada”. Finalmente, me fui a vivir con él, pero a mí no me gustaba estar encerrada y me iba de vaga. Él se enojó porque me metí a trabajar con hombres. Iba y me sacaba, pero me le escondía, porque ganaba más que él. Me desaparecía 4, 5 meses y después de andar de loca, regresaba y ahí estaba, esperándome.

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En esa época los maridos querían que los mantuvieran las mujeres y ellas se apuraban para juntar los centavos. ¡Hijos de la chingada, bolas de sinvergüenzas! Me quedé viendo y dije “qué pendejas, yo ni loca voy a mantener a un hombre”. Siempre he sido floja, veo el modo de tener mi dinerito sin trabajar y desde el primer día tuve mucha suerte en este negocio. Se me acercó un muchacho y fácil me fui con él. Empecé robándoles su dinero a los hombres, aunque no ocupaba muchos diariamente.

En el Zócalo había unas muchachas bien bonitas esperando cliente y ni un güey agarraban. En cambio, cuando yo llegaba, ya había 2, 3 esperándome. Yo no tenía tarifa: agarraba todo el dinero que trajeran.

“The Women of Casa X” lo puedes comprar en Amazon.