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'Si gana Trump, mi abuelita sería una violadora. Les aseguro que no lo es'

Louis C.K. presume con orgullo su origen chilango

Louis C.K. cortesía Louis C.K.
01 de octubre de 2016
Por    Gabriel Lerman y Mario Villagrán

El tono de voz del comediante, actor y genio del stand-up Louis C.K. indica que acaba de soltar una broma muy personal. Pero, en cuanto sale la primera risa, su semblante cambia. Sí, es gracioso, pero también es verdad. Habla con claridad: “Mi abuelita, una mexicana católica de Puebla, puede ser percibida como una violadora bajo las teorías de Trump”.

No es la primera vez que Louis Szekely, alias Louie, uno de los hombres más respetados del mundo a la hora de hacer reír, habla acerca del racismo y la discriminación que implica llevar un pasaporte con un águila devorando una serpiente en un nopal.

Así es, Louis es mexicano y lo presume con orgullo, por aquí y por allá. “Hace unos años, Conan O’Brien me invitó a su programa y comenzamos a platicar sobre mis orígenes mexicanos. Ahí, le conté una historia que aún da vueltas en Estados Unidos. Estando en Arizona, en un estacionamiento, una señora se molestó, ya que la máquina que cobraba daba indicaciones en inglés y también en español. Comenzó a gritar que no era posible que se le diera esa importancia al mexicano, que ellos estaban obligados a hablar en inglés. Yo le pregunté: '¿En qué le afecta que la máquina dé indicaciones en español?'. Ella respondió: 'Aquí hay demasiados'. Ahí pensé: '¿A partir de cuántos son demasiados?', y le dije: 'Yo soy mexicano'. Me miró y dijo: 'Imposible, eso es imposible. Un hombre blanco no puede ser mexicano'".

  • La casa donde vivía en su infancia (Foto: Gunther Sahagún)
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  • En Cerrada de Francia vivía Louis (foto: Gunther Sahagún)
  • Con el pretexto de platicar sobre sus años y sus recuerdos en la Ciudad de México, sus abuelos y la influencia que la ciudad dejó en su humor, nos juntamos con ‘Louie’,  el ‘güerito’ mexicano.

    ¿Conoces la historia de cómo llegó tu familia a vivir a la Ciudad de México?

    Mi abuelo Geza era un médico judío, específicamente, húngaro. Resulta que Europa no era un lugar fácil para un médico judío en aquel entonces y, alrededor de 1925, decidió emigrar a Estados Unidos. Lo cierto es que había límites severos para entrar a dicho país. Así que agarró sus maletas y se fue a Cuba, buscando que fuera su trampolín. En el viaje, los planes volvieron a cambiar y llegó a la Ciudad de México y descubrió que era un lugar muy próspero. En aquel entonces, nos contó que era una ciudad antigua que le recordaba a Europa. Así fue que se quedó.

    ¿Y cuándo apareces tú en ese peculiar relato de inmigrantes húngaros a México?

    Yo llegué a vivir a la Ciudad de México cuando tenía ocho meses y ahí crecí hasta que cumplí los siete años. Mi abuelita y mis tíos y primos aún viven ahí, así que voy seguido a visitarlos. Me siento mexicano. Seamos claros, el español fue mi primer lenguaje. Es cierto que nací en Estados Unidos, pero mis primeros recuerdos son de México. Mi abuelo se dedicó en la ciudad a fabricar maquinarias y a venderlas, también trabajó como médico (trajo el primer riñon artificial al IMSS). Ahí se enamoró de mi abuelita, Rosario Sánchez Morales, que era de Puebla (y cumple 100 años el siguiente mes). Unieron sus vidas y criaron a una familia enorme. Él era judío, pero practicaba en secreto porque quería estar con mi abuela, que era católica, y así criaron a todos sus hijos como católicos.

    «Si gana Trump, y sigue al pie de la letra sus promesas de campaña, no sólo correrán a mi papá de Estados Unidos por ser mexicano. También, mi bella abuelita será una violadora…y les prometo que no lo es».

    ¿Te presentas como mexicano?

    Es curioso porque la gente que me conoce en Estados Unidos jamás pensaría que soy mexicano, porque creen que los mexicanos tienen un solo tipo físico. Yo les explico que México es una nación multicultural, un país de inmigrantes, en donde había blancos, esclavos, y gente que llegó de Europa. Ésa es mi historia familiar. Mi padre es mexicano y aunque sigue viviendo en Estados Unidos, nunca se nacionalizó estadounidense.

  • Cortesía
  • De tu memoria mexicana, ¿cuáles son los grandes recuerdos vigentes?

    Viví allí en los 70. Me encantaba el olor de la ciudad y sus sonidos. Los Gansitos y el Sidral. Cada vez que regreso me emociono. Es un lugar hermoso. Es más europea que la misma Europa, porque sigue aferrándose a ciertas cosas que los europeos han dejado ir. Pero si vas ahora, apenas puedes respirar, porque la contaminación es su perfume. Hasta hoy, y lo confirmo al ir, los mexicanos tienen un gran sentido del humor, son amables y si tengo que generalizar, eso es lo que sentí en las calles de la CDMX.

    ¿Hay alguna anécdota que se haya convertido en un recuerdo permanente?

    Tomaba el autobús con mi madre todas las mañanas para ir a la escuela. Me acuerdo que siempre estaba lleno, y cuando arrancaba, había un pasajero que lo perseguía y lograba subirse al agarrarse de la ventana. Viajaba así, pero siempre tomaba su peso y se lo daba a alguien dentro del autobús. Eso es algo de lo que nunca me voy a olvidar. El peso iba pasando de persona a persona hasta que llegaba al conductor. Hasta el que viajaba colgado quería pagar su boleto. Me encantaba estar allí. Todo en constante ebullición. Todos en contacto...

    ¿Te parece que el sentido del humor del mexicano marcó tu trabajo en la comedia?

    Hay toda una tradición humorística en México, cuyo mayor representante es Cantinflas, pero había mucha gente divertida en la televisión cuando yo era niño. Hay un humor muy pícaro entre la gente y mi abuelo lo adquirió como si hubiese nacido allí. Mi madre me contó que una vez iban caminando y alguien se le acercó y le dijo que no lo había visto en mucho tiempo. Este hombre le preguntó cómo estaba Marcos, y mi abuelo respondió que había muerto, y le dijo, ofuscado, que cómo no se había enterado. El pobre hombre se quedó compungido, diciéndole que no, que no sabía nada. Cuando este hombre se fue, mi madre le preguntó quién era esa persona. Mi abuelo respondió que no tenía idea. Él hacía ese tipo de cosas y era un verdadero bastardo en ciertas ocasiones. Y si algo lo distinguía es que era muy divertido. El humor está presente en todo en México...

  • Cortesía
  • Mary Louise Davis, madre de Louis CK, nos contó que su hijo estudió en el Preescolar Centro Escolar Panamericano (Matías Romero 422, Col. del Valle), y su primera casa estaba en la Privada de Francia No. 14, en la colonia Florida.

    ¿Por qué cambiar tu apellido a C.K.?

    Porque Szekely suena a C.K. Mi familia mexicana se llama a sí misma Sekelis porque saben que es muy difícil que sepan cómo respetar la pronunciación húngara. Pero mi padre, cuando nos mudamos a Estados Unidos tras vivir en México, dijo que éramos los Szekelys. Yo traté de explicárselo a los nuevos amigos, sin suerte. Un profesor decidió llamarme CK para poder pronunciarlo porque se trababa. Al final, lo adopté, porque cuando haces stand-up y tienes que trabajar con micrófonos abiertos en las noches amateurs, escribes tu nombre en una pizarra, y subes cuando te llaman. Así fue como  lo cambié.

    ¿Hay alguna anécdota de la Ciudad de México que utilices en un espectáculo? 

    Una sobre la leche de vaca en México en los 70. A veces se cortaba porque los refrigeradores no siempre funcionaban bien. Por eso cada vez que te tomabas un vaso no sabías con lo que te ibas a encontrar. Por lo tanto, recuerdo que usábamos mucha leche en polvo. Cuando me mudé a Estados Unidos, una de las cosas que ayudaron a que me sintiera bien aquí fue, precisamente, la leche, que siempre estaba en buen estado y bien fría. Es que cuando eres un niño, ésas son las cosas que te importan y de ahí sale una historia que da pie a hablar sobre la niñez y los viajes.

    Cuéntanos un chiste sobre mexicanos.

    Había una vez un mexicano, un español y un brasileño... ¿así empiezan todos, no? 

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